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Este libro lo compré hace menos de una semana, para la FILBO de este año. Necesitaba a Nothomb y su rápida y efectiva narrativa. Y aunque no fue tan arrollador como las otra tres novelas que he leído de ella, tuvo puntos que la hicieron muy entretenida y con el sello de esta mujer tan curiosa. La vida de Amélie da un giro cuando conoce a Pétronille, una joven que está en su firma de libros. Ahí se da cuenta que llevan meses intercambiando correspondencia y comienzan una especie de amistad. Es muy entretenido ver como Amélie busca en esta mujer una compañera de tragos, como muestra las sombras y luces de la ebriedad y del mismo modo de una amistad muy peculiar. Pero luego me comencé a aburrir, de verdad pensé que no me iba a ofrecer nada más, y aunque había sido muy divertido y las frases que había subrayado me llamaron de sobre manera la atención, no tenía el toque final de sus otras obras. Así hasta que hace dos giros, el primero me pareció curioso y le dio a la a veces fastidiosa amiga un tridimensionalidad muy chévere. Y dije, hasta ahí, eso debe ser todo. El segundo giro no me lo esperaba y eso que solo es una página, bueno, dos en mi edición, y me toco leerlas de nuevo porque no entendía. Eso llevó a la historia a donde yo tengo como lector a Nothomb. La prosa es sencilla, pero no por eso sin sentido y poco trabajada. Ella une la fluidez de su teclado con la clase que tanto la caracteriza. Se siente como cuando uno habla con un amigo que sabe mucho y aún así se entiende lo que se dice. Eso sí, al ser la misma Amélie la que protagoniza esta novela, vi un asombro ante la “prole” que en ciertas ocasiones se podría clasificar de clasista, puede que sean impresiones mías. En fin, otra obra con unos interesantes pasajes que me llevan a no parar de leer. Y un punto de vista muy único de ver el mundo. |
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