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Tras la decepción por la actitud de su padre, Zoe y su madre acaban en el pueblo de la infancia de ésta, tratando de cerrar sus heridas. Allí, Zoe descubrirá la vida del instituto, la amistad y puede que el primer amor, o ¿más de uno? La historia tiene 2 partes muy marcadas. En la primera, Zoe tiene que adaptarse al instituto y conoce a amigos y rivales, entre ellos Peter y Chase, ambos músicos. Con Peter la relación es intensa, con una fuerte conexión desde el principio. Con Chase todo son gruñidos, discusiones y un trato en torno a la música. Es una dinámica que hace que la lectura sea rápida y ligera, conociendo a la protagonista y a su entorno. La segunda parte es dramática, dura, obligando a Zoe a aceptar una faceta de la vida nueva para ella, la desesperanza. La autora equilibra muy bien las descripciones de cómo lo viven los diferentes personajes sin caer en el histrionismo o el patetismo. Podemos comprender por qué se toman determinadas decisiones y acompañamos a Zoe en su camino a la madurez. Eso sí, con muchos pañuelos cerca porque es fácil que entre la llorera. Reconozco que hay momentos hacia la mitad del libro que parecen estar en el limbo del tira y afloja, retrasando la lectura, pero la parte final lo compensa. Eso sí, puede no ser un libro para todo el mundo al tratar del duelo, la pérdida y la enfermedad. Colibrí. |
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