El viajero del siglo

Hans es un viajero, un ente errante, políglota y que vive de traducciones; no se sabe nada de él, pero rápidamente sabremos que es un personaje turbio, que miente y ha robado libros que atesora en un arcón bajo llave. Llega a la ciudad ficticia de Wandernburgo en Alemania. Una ciudad « corrediza », situada entre Prusia y Sajonia, extraña porque la gente se pierde, las calles « se corren » y los edificios no siguen en el mismo orden de un día para otro (un espacio voluntariamente mal definido, metafórico?). Neuman encontró un brillante neologismo con el nombre inventado de Wadernburgo, tomando del alemán wandern=paseo y burgo=ciudad, una manera de decir, ciudad errante.

La novela transcurre durante un año y con las cuatro estaciones comenzando con el invierno, el invierno del lied de Schubert Viaje de invierno.

Hans llega, pero se va quedando y postergando su partida a Dessau. Conocerá a gente de diversos estratos sociales en Wandernburgo : un organillero anciano y lleno de sabiduría que vive en una cueva acompañado de su perro Franz, con algunas dotes antropomórficas y más humanidad que muchos humanos; Lamberg, obrero textil explotado por los industriales del lugar; Reichardt el labriego que trabaja de sol a sol y que gana justo para comer; Álvaro el español radicado en el pueblo y que comercia con Londres; el posadero Zeit y su familia, representantes de la clase media.

Pronto Hans accederá a la clase alta del pueblo porque conocerá a Sophie Gottlieb, una bella y decidida muchacha que tiene Salón todos los viernes en su casa. Está comprometida con Rudi, el rico heredero del lugar y es vigilada de cerca por su padre que quisiera dejarla materialmente bien casada. Frecuentan el Salón de Sophie varios personajes arquetípicos de la sociedad decimonónica, muy bien definidos, diferentes e interesantes y con el atractivo de tener actitudes anacrónicas más afines con el siglo XXI que con la época de Metternich. Las tertulias giran en torno a temas diferentes cada semana y los debates son atronadores, Sophie interpreta su papel de anfitriona-moderadora a la perfección, es una personilla bastante fatua, transgresora, pero que sabe argüir y rebatir opiniones.

Hans y Sophie se van a enamorar porque tienen muchos puntos en común, ambos son cultos y eruditos a su manera. Por otro lado vivirán una relación sexual difícilmente creíble para el siglo XIX. Hay escenas que rebosan el erotismo y alcanzan la pornografía soft.

Hay páginas y páginas de discusiones intelectuales bien argumentadas, especialmente en poesía europea, también en literatura y geopolítica de la época. Andrés Neuman tiene a su haber una obra poética y por momentos escribe como un poeta, una prosa bella, etérea, magnífica.

Hans que venía sólo de paso, lleva más de un año en Wandernburgo y las cosas comienzan a complicarse. Sophie retrasa la fecha de su matrimonio…Rudi comienza a sospechar lo que no quería ver, lo que quería ignorar. Llega el desenlace. Inesperado y abierto porque no está escrito claramente lo que pasa en el último párrafo. al lector de desplegar su imaginación.

Una lectura compleja, rica y barroca desde el comienzo hasta el final. Por momentos pesada por el exceso de erudición desplegada, pero nunca aburrida, francamente apabullante.
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