Nada tengo que añadir salvo que ese regusto que permanece tras la lectura se ha visto reforzado en esta relectura. Anoche, durante un rato exquisito, navegué en las plácidas aguas de un sereno lago, sereno como un espejo, plácido como una balsa de aceite. El verbo de Neruda impulsaba con sosiego y aplomo la vela de mi nave desplazándola de aquí para allá sin sobresalto, sin apenas balanceo. ¡Qué regusto impregna el paladar los versos de tan excelso poeta! |