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Crítica de rafaperez


rafaperez
05 August 2022
Con ánimo de destensar la tragedia Rusa que plantea Irène Némirovsky en este brillante relato, me permito la licencia de comparar a Ismael, niño prodigio protagonista del mismo con alguien más rural, pero muy nuestro:
Joselito, el pequeño ruiseñor.

Y es que a ambos ese periodo de radicales cambios que es la adolescencia donde voces, cuerpo e inocencia se transforman en seres deformes, sonidos estridentes incontrolables y almas enfadadas con el mundo, les jugó una mala pasada.
Lo bueno de la adolescencia, si la superas, es que tiene principio y fin.

Dejando atrás al jilguero que en urraca se convirtió la nouvelle que nos ocupa es para tomarla en serio.

Nuevamente la autora recurre al ascenso y descenso de clases, las diferencias sociales, de una Rusia que en su comunismo, nunca dejó de ser fascista. Y viceversa.
Totalitarismo al fin y al cabo.

La pobreza del pueblo judío(que no fue muy diferente al resto de miserables) lleva a las calles a un joven poeta que improvisa canciones y versos en los peores bares de su ciudad.

Rodeado de hombres curtidos en mil tabernas, Ismael a sus nueve años, será presa de la noche y de sus vicios que no tardará en adoptar, pues el Vodka, en los lugares más marginales del planeta, no respeta ni la edad.

Ebrio de aplausos y reconocimiento, carencias que sufre en su hogar, nuestro romancero soviético irá ganando fama hasta que un golpe de fortuna o la casualidad le hará conocer a un varón enamorado de una "princesa" de la alta sociedad.

Del buen hambre y el mal mendigar, se convertirá en el pasatiempo de la insigne mujer. Un nuevo entretenimiento, que como a un muñeco de trapo, se le viste, y como a títere se le alimenta.

El resto no es novedad, la caprichosa centra su atención en otras trivialidades, y el crecimiento de nuestro abandonado juguete trae consigo la inseguridad.

Ismael ha perdido la inocencia y el tránsito hacia el futuro hombre que se perfila hace que ninguna de sus composiciones sean de su agrado. Lo demás os lo podéis imaginar.

La prosa de Némirovsky es bella como pocas. Una escritora que me ha ido ganando poco a poco y que, a pesar de sus reiterativos trasfondos, la consumo con un deleite que sigue en aumento.

Supongo que la suma de pulcritud escrita y su mensaje directo, me cautiva.

Este niño prodigio me sabe mejor que otros textos, lo veo más redondo pues habla de los seres menos comprendidos de aquellos tiempos y, precisamente, los más necesitados.
Los niños.
Tan cautivador como amargo.
¡No os lo perdáis!



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