Tengo sentimientos encontrados con mi primer acercamiento a la obra de Irčne Némirovsky. Aunque me ha gustado su estilo y su mensaje, la trama me pareció algo corta y el protagonista me resultó bastante insufrible con su autocompasión y su inacción. Situada en Francia en los ańos 30, en plena crisis económica, la novela sigue a Christophe, quien odia su trabajo y se lamenta de su vida monótona. Llega incluso a pensar que los vagabundos deben ser más felices que él. Christophe también se aburre de su matrimonio y desprecia la pedantería de su hijo. Además, Christophe enfrenta la inminente muerte de su padre, un antiguo magnate sin escrúpulos que dedicó su vida a la manipulación de las noticias a través de su agencia de información, y al chantaje de personajes públicos. La relación entre Christophe y su padre me recordó a la dinámica que hay en la serie "Succession", con un padre tiburón que desprecia a su hijo por no estar a su altura. A pesar de mis reservas, la novela ofrece una crítica potente al capitalismo y la constante obligación de producir, resonando curiosamente con el discurso de títulos contemporáneos como "Mi ańo de descanso y relajación" y "Cómo no hacer nada". |