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Durante buena parte de la historia moderna de Japón se obvió, de manera premeditada, la investigación arqueológica, y mientras en otros países los descubrimientos sacaban a la luz más documentación sobre los orígenes de las culturas precedentes, el archipiélago japonés quedaba sumido en un tupido velo de desconocimiento. Los mitos son producto de un complejo proceso histórico que siempre hay que tener en cuenta. Los mitos japoneses tienen una intención política, se escribieron para dejar constancia y así formar parte de la historia del país: la conquista de Yamato. Tanto el Kojiki como el Nihongi (dos textos claves para entender la historia japonesa que fueron compilados en el siglo VIII) querían trasmitir la idea del origen divino de la casa imperial. Durante mucho tiempo se dieron por ciertas parte de las historias que allí se contaban, otras, las más irracionales y extrañas, se justificaron precisamente por su carácter divino. Así lo dio a entender Motoori Norinaga, autor de la primera investigación "moderna" que se llevó a cabo en Japón ya entrado el siglo XIX, y que sirvió para que la clase dirigente justificará un expansionismo atroz al resto del mundo circundante. La japonóloga Nelly Naumann realizó su propia investigación, plasmada en este interesante libro (un poco espeso, cierto, en algunos momentos), donde analiza paso a paso el contenido de ambas obras, comparando con otros estudios, descubrimientos arqueológicos "recientes" (la obra fue editada en 1996 en Münich), y poniendo en tela de juicio el origen único del universo mítico japonés, hasta llevarlo al presente ya que aún hoy perviven elementos míticos en la vida diaria del pueblo japonés: arrojar sal en la entrada de la casa cuando se vuelve de un entierro, evitar encender una única luz o arrojar una peineta en la oscuridad. Para ella hay claramente dos tradiciones ligadas, una al poder y con ello a la necesidad de legitimización de la clase dirigente; y otra vinculada a la diosa del sol, Amaterasu, y la importancia del cultivo del arroz. Concluye con la fatídica repercusión que tuvo este afán por el mito en el "nacionalismo de estado" y que llevó a Japón a cometer algunos de los más terribles episodios del siglo XX. |
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