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Estamos ante un libro que oprime a través de cada uno de sus relatos. Relatos en apariencia sobre la vida cotidiana en un pueblo pequeño que son contados desde la perspectiva de una niña que parece vivir aplastada y oprimida incluso por la misma naturaleza. Porque dónde otros autores usan el paisaje, los colores y olores del paisaje como símbolo de belleza y libertad, Herta Muller los usa como metáfora de opresión, de falta de libertad En estos relatos hay algo brutal incluso cuando se alejan de la realidad y se adentran en lo onírico. Tanto lo real como lo de ensueño se van configurando en una pesadilla. Son relatos de una niña cuyo mundo la hecho perder la inocencia (y no hablo de inocencia en términos sexuales) si no de esa ingenuidad con que los niños ven el mundo. Acá los bosques son oscuros, los olores de las frutas evocan traiciones y engaños. La muerte, el dolor, la soledad se unen en este libro. Estremecedor y brutal son sin duda las palabras que mejor describen este libro. |
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