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Una frase igual o parecida es la que se me ha repetido en la cabeza a lo largo de toda la lectura del El devorador de calabazas. En esta novela nos introducimos en la psique de la señora Armitage; en todos sus pensamientos, miedos, dudas y motivaciones. En todas sus preguntas y respuestas. También conocemos la evolución de su vida, desde la infancia hasta la actualidad. En definitiva, una visión íntima y personal de la que nuestra protagonista nos hace participes. La señora Armitage es una ama de casa, lo que para ciertas personas puede resultar algo peyorativo por todas las connotaciones que se le suelen aplicar: dependencia, conformismo, amargura, aburrimiento, insatisfacción, apatía... creo que no debemos perder la perspectiva de la narración, porque todos esos sentimientos negativos no nacen de su matrimonio, sino más bien de las personas que conforman su círculo más íntimo, entre los que se encuentra su marido, Jake. Este personaje le transmite sus debilidades y mezquindades, y a ella no le queda más opción que no perder la perspectiva de su vida. Nuestra protagonista es una mujer inteligente, que ha vivido por encima de todas las cosas, razones u opiniones. Todas sus experiencias le han servido para construir su vida y su razón de ser en torno a ellas... lo que para algunos es un despropósito o una locura, para ella es un proceso natural para el cual está plenamente capacitada, que le orienta y le sirve como guía y que, a un mismo tiempo, da sentido a su vida y la enriquece. En esta novela vemos la lucha de una mujer que pelea contra "molinos" que intentan doblegarla, someter su espíritu y su pensamiento, así como toda la razón de su existencia, utilizando el amor, la responsabilidad, el miedo a la soledad... y lo que es más desgarrador es que son sus seres queridos los que por todos los medios la utilizan para poder exorcizar sus propios miedos y debilidades. Una vez que ha renunciado a su "coherencia", y ellos han ganado... solo queda esperar la llegada de la felicidad, la tranquilidad y la paz que le han prometido, aunque esa felicidad puede que no se corresponda con la que ella había anhelado. En esta novela descubrimos que, cuando renunciamos a nuestro "intrínseco sentido de la vida", debemos pagar un precio y asumir unas consecuencias que nos dejarán una huella que nos marcará y que, a partir de ese momento, solo nosotros tendremos la capacidad de reconducir nuestro camino, tomar decisiones y elegir las experiencias que queremos vivir. Por todo ello, nuestra protagonista tendrá que recuperar su integridad y no ceder parcelas de su vida porque, muy probablemente, los demás no están más capacitados que ella para regularla y fiscalizarla. Utilizan su moralidad, que no justicia, para entrometerse en ella, y el peaje que tendrá que pagar cuesta lagrimas, decepción, impotencia y desencanto. La novela está inspirada en la vida de la autora, Penelope Mortimer, y por ello encontramos en ella muchos paralelismos y similitudes que hacen que Mortimer construya un personaje de mucha riqueza en sus matices, tan fuera de lugar para la época en que vivía que a esta construcción psicológica es difícil ponerle ninguna pega. Gracias R., no te has equivocado; como siempre tu pensamiento ha sido acertado, y me ha gustado y he disfrutado de la lectura de esta obra. Como tú misma dices: "Impedimenta suele ser un valor seguro". La edición de Impedimenta es preciosa, como suele ser habitual en ellos, con sobrecubierta y la cubierta también ilustrada con un detalle de la imagen de portada, además de una postal en su interior. |
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