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La casa de los balcones ...y otros relatos, es en sí un grito de auxilio de nuestro país, de las pequeñas comunidades que se han resistido a la evolución injusta, a su población decreciente, a su falta de infantes en sus plazas, a los colmados familiares, a los pequeños artesanos de todo tipo, a su olvido. A través de diferentes relatos nos difunde y nos aproxima a esa soledad, a esa indiferencia que deja sus colegios vacíos, sus fuentes sin agua o sus iglesias sin párrocos. También nos teje con cuidado y sencillez el ideario que acompañaba a sus habitantes, sus costumbres, hábitos, su sociabilidad o su prudencia. Eran otros tiempos, aquellos en los que la naturalidad de la cotidianidad no entendía de wifi, de logística internacional, de grandes superficies, de tendencias modales o de informática de consumo. Aún así, la convivencia era placentera y en un escenario natural que no se puede reproducir en el lienzo más perfecto. Es un alegato al ayer lamentablemente, una llamada a reconsiderar esa vida que fuimos dejando, esas costumbres y esa familiaridad y calor que nuestros pueblos, hoy inmensamente silenciosos, nos brindaron a cambio de compartir esos entornos más humanizados. Me quedó esa melancolía en su lectura, quizás por pertenecer a esa generación que aunque de forma temporal, plenamente consciente de lo que estas páginas destilan. |