Un paseante en Nueva York

Hay que ser muy bueno para que un libro autobiográfico, basado en memorias, sin trama ni argumento, no acabe llevándote al tedio y la desesperación.

Kazin pasea junto al lector por la Nueva York de su infancia, narrando los recuerdos que, esquinas, tiendas, olores y sonidos le evocan en su caminar.

Primer miembro nacido en Nueva York, de una familia judía que emigró , como tantos, a Estados Unidos en busca de un futuro mejor, Alfred, y esto es lo sorprendente, es capaz de desvelarnos sus azares del destino sin un reproche, sin una mala palabra, desde la felicidad incluso en los momentos menos favorecedores.

Las prosas serenas, sin sobresaltos, las carga el diablo y siempre las custodia el ángel de la siesta.
El autor combate a este enemigo de ronquidos afilados con la elocuencia de su verbo y la exquisitez de lo escrito y lo que pretende expresar.

Un viaje a través de la memoria del autor a una ciudad en los años 30, con la depresión económica como trasfondo y una, siempre difícil integración social, pero con el sabor de sus barrios, sus calles, sus comercios y también la soledad que padeció en sus juegos.

Abundante es la literatura que de forma intimista, y en ocasiones excesivamente reflexiva, pueden convertirse en un arma de doble filo para el escritor, kazin no inventa nada nuevo, pero lo hace con delicadeza casi gourmet y una bonita luz.

Una excusa perfecta para callejear por nueva York y conocer uno de sus latidos, que, sin grandes historias, nos ofrece un agradable paseo, nostálgico y pese a todo, feliz.