Tapiz de otoño

«Los seres humanos van cambiando. ¿No crees que son unos seres misteriosos que van mutando a cada momento y en cada instante?»
 
Y ¿esto es cierto? Sí, vamos evolucionando según aumenta nuestras experiencias, pero ¿en cada instante? A través de cartas iremos desvelando la vida de Aki y el señor Arima, que estuvieron casados durante dos años, se divorciaron por la infidelidad de él con un amor de juventud, Yukako Sea, esta relación se descubre en una circunstancia bastante especial.
Pero repito la pregunta, ¿el ser humano evoluciona a cada instante? La novela va valorando los errores cometidos, aquellos errores que se cometen porque se toman decisiones en caliente o sin tener en cuenta los sentimientos de terceras personas, como en un momento de la lectura el padre de la protagonista confiesa. Descubrir la infidelidad de Arima hace que las emociones se disparen, no solo en la joven Aki, también en su padre que tenía grandes planes para su yerno, gestionar su empresa tras su jubilación, así que este suceso repentino trastoca todos sus planes.
 
«con tiempo de reposo y algo de atención… Aquello abría sido un acto de sabiduría…» (77)
 
¿Qué pretende Aki con estas cartas diez años después de la ruptura? Perdonar y perdonarse, «tanto el amor lleno de rencor que sentía hacia usted, y que tan mal me hacía sentir, como el odio hacia mi padre…» (79). La estructura de la novela me parece muy acertada, porque a través de esta correspondencia nos permite conocer el punto de vista de cada uno, así como los pensamientos y sentimientos que tenían y tienen sobre aquellos años, así como su vida actual. Poco a poco iremos descubriendo la imagen de aquellos años, lo que no se contaron, los silencios que guardaron por la culpa y la vergüenza, ahora dan respuesta a las preguntas que durante diez años han ido socavando a cada uno de ellos de una determinada forma.
No es una historia oscura, es cierto que habla de un amor roto por los silencios y las decisiones precipitadas, pero tiene un mensaje esperanzador, el pasado no se puede cambiar, pero sí podemos solucionar sus ecos, hablando y escuchando, perdonando para seguir avanzando, y quizá, solo quizá, el futuro tome otro tono más alejado del gris.