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El reloj del móvil marca las 4:50 de la mañana. Acabo de terminar el funeral de Lolita y, al igual que Helena, siento como el día comienza a despuntar. Creo que he entendido su final tan enigmático y velado. Y es muy doloroso haberlo comprendido. Cuánto dolor en tan pocas páginas, en el diario de Helena, en toda la novela. No querida Lena, no fue tu culpa. El cabronazo bastardo era él. El fogonazo fue cosa suya. ¿Cuántas niñas y adolescentes han pasado por esto? Qué sabor tan amargo, tan a alquitrán, a basura. Pienso en Nabokov y en su Lolita, y en lo pequeña que era cuando la leí. No llegaría a los 15 años. La misma edad de Helena, un poco mayor que Dolores Haze. Recuerdo que me pareció una novela condenadamente bien narrada, con una voz muy lírica. Sí, yo ya sabía que eso era pedofilia, pero estaba tan bien escrita, daba hasta miedo sentir que podías llegar a entender la desdicha de un pederasta. Cómo me impacto la metáfora: "agarrarle de su cetro". Y es que Humbert no había elegido su condición. Qué equivocada estaba, qué mitificación hizo Hollywood de algo tan gris. Porque la única que no había tenido oportunidad de elegir era ella, Lolita. Luna ha dado voz a todas las Lolitas, para poner en palabras toda su rabia, la incomprensión, para que sintamos el horror que supone destrozar una vida tan temprano. Para que no sintamos compasión por el "enfermo" sino por la víctima. Cuánta falta hacía una novela así, aunque muchas personas la hayan tildado de "simplona" o "vacía". Para mí, el diario de Helena es desgarrador, no tengo otra palabra para definirlo. La fuerza con la que escribe Luna en esta primera novela está, como no podía ser de otra manera, a la altura de su poesía. Y hay pasajes que son poemas. Todo va in crescendo, poco a poco, hasta un final arrollador cómo hacía Nabovok, que corta la respiración, el aire, cómo cuchillas de plata muy afiladas, como el fogonazo de una bala. Gracias Luna, por haber dado un lugar a todas las Lolitas. Que no eran sino niñas corrompidas, rotas, destruidas. |
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