Las horas

Si tuviera que ponerle tres adjetivos a los libros de Virginia Wolf, estos serían sin dudarlo: tediosos, soporíferos e insufribles.
Su obra dejó de interesarme hace muchos años y no hay vuelta atrás.
Sin embargo su vida y los demonios que la atormentaron si sirven para alimentar mi siempre hambrienta curiosidad.

A Michael Cunningham se le unieron todas las musas y dioses del olimpo en sus dedos y gestó una de las obras más bellamente escritas que haya conocido el universo literario.

No solo por la escandalosa hermosura de sus letras sino también por traducir al idioma del más común y mortal de los lectores ese estilo narrativo al que llamaron " flujo de conciencia" con el que tanto me hizo sufrir, entre otros, Joyce.

A la musical y poética palabra de Cunningham en "Las horas" hay que añadirle tres mujeres en distintos espacios temporales con un mismo nexo de unión: La afamada novela "La señora Dalloway"

La primera de estos tres personajes es la propia Virginia Wolf en pleno proceso de escritura de la mentada novela.
Una visión muy cercana de quien ya hospedaba en su cabeza fantasmas y diablos.

Encontramos en 1949 a la señora Brow quien compagina la lectura de nuestra novela con la organización del aniversario de su marido, veterano de guerra.

Por último Clarissa Vaghn no es más que la propia señora Dalloway en una versión moderna pero fiel.

La acción se desarrolla con aparente cotidianidad y transcurre en 24 horas, aunque tengamos la sensación de que ha pasado una vida entera por las continuas reflexiones y viajes al pasado y presente que fluyen de manera espontánea.

Sida, orientación sexual y demencia acompañan en la partitura a la nota predominante; la muerte, incluso como mayor deseo.

Con un arranque descomunal con Wolf en el río Ouse Cunningham consigue lo que no logró la protagonista, engancharme a su lirismo justo en una situación nada amable pero relatada de una manera francamente hermosa.

Destacable también el feminismo que un hombre entiende y refleja en sus personajes de forma tan acertada.

Un libro para leerlo despacio, y en esa calma, saborearlo de principio a fin. La velocidad, la impaciencia y el ruido exterior están reñidos con este escrito, por lo que recomiendo una lectura a conciencia donde menos páginas es un perfecto aliado.

De sus premios, su película y sus Oscar mejor que hablen otros, los primeros porque los galardones literarios son siempre cuestionables y los segundos porque tengo de cinéfolo lo mismo que de ingenuo.

Buena novela con prosa nivel Dios.