Horda

En un mundo distópico donde los niños han tomado el poder y la palabra está prohibida, nuestro protagonista sin nombre (Él) emprende un viaje para hallar un sentido a su vida, acompañado de un libro, un mono y la risa.

Este es un libro complicado. Requiere de un gran esfuerzo por parte del lector ya que no nos lo da todo mascado, tenemos que estar muy atentos y, una vez terminada la lectura, reflexionar sobre lo que nos ha querido decir el autor.

Se trata de un relato muy filosófico, extrapolable a nuestra sociedad actual, donde las palabras carecen de sentido e impera la imagen. Pero lo que vuelve la novela tan singular es el lenguaje usado por el autor: una prosa elevada, todo muy medido, nada dejado al azar. Es como una oda a las palabras, esas que el protagonista tiene prohibido pronunciar.

Sin duda es un ejercicio narrativo que tiene mucho mérito y una distopía que puede dar bastantes temas de debate, pero a mí no me ha terminado de convencer. Supongo que iba con otra idea de lo que iba a ser este libro y me ha acabado resultando muy extraño. Estoy segura de que en una relectura más pausada ganaría muchísimo, ahora que sé a lo que me enfrento, así que tal vez lo vuelva a leer más adelante. Lo que es indudable es que Ricardo Menéndez Salmón es un gran escritor y sabe enganchar al lector a través de sus palabras.
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