Vuelve el Mendoza que, casi siempre, me hace reír, en esta ocasión así ha sido y bastante. La maestría que tiene el autor de hacerte, en una novela que transcurre en esta época, parecer que lo hace unas décadas atrás. (la organización no tiene móviles, se comunica por mensajes nocturnos en una emisora específica), la imaginación de Mendoza no tiene límites. Me lo he pasado genial leyendo las aventuras y, por qué no, desventuras, de los miembros de esta organización secreta, me ha recordado, en ocasiones, a las ocurrencias de Ramón J. Sender en “La tesis de Nancy”, un libro para, entre misterios, reírte con ganas. Lo recomiendo.
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