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Crítica de rafaperez


rafaperez
16 November 2022
No se puede endulzar el mar.
No es así como funciona.
No es azúcar lo que corre por sus venas, no lo es la espuma que rompe contra las rocas.

Clara Mendivil novela la vida de Ching Shih y, todo hay que decirlo, rigor en sus datos biográficos no le falta.

Otra mujer olvidada por la historia, tanto, que nada sabía de la vida y milagros de esta pirata de la que me he estado documentando estos días.
Soy enfermizo.

Los objetivos de la autora con su ópera prima están cumplidos, al menos, los más básicos.
Dar voz a un personaje desconocido y entretener.
Bien, pero:

Shih (mantendré este nombre para no liaros, pero en realidad sufre varios cambios a lo largo de su vida) es mal vendida por sus padres a un tratante de blancas, y este, a su vez, a un burdel flotante de Cantón.

Allí recibe una exquisita educación sí, pero no nos engañemos, (es aquí donde empiezan mis discordias) para ejercer como prostituta siendo apenas una niña.
No veo muy sensato que Mendivil se refiera a estos primeros años como una etapa de cierta felicidad.
No se puede endulzar el mar.

Allí conocerá a Zheng Yi, el más temido pirata de aquella China de principios del XIX.
Surge el amor y habrá bodorrio. Pero ella exigirá ser tratada como una igual, ostentando junto con su marido el gobierno de su muy extensa flota.
¡¡Con un par!!

No puedo negar su enorme capacidad e inteligencia para gobernar una banda de forajidos ciertamente inmensa.
Reorganizó una flota de 2000 barcos creando leyes internas duras, pero necesarias, como la pena de muerte por violación. (Incluso en los saqueos)
Administró la tesorería generando fondos de viudez y permitió en algunos casos el desembarco de sus marineros que desearon una vida más tranquila en tierra firme.
Como villana y mujer, merece mi admiración.

Sin embargo la palabra criminal no aparece en ninguna parte del texto, y lo fue.

Asaltó y robó pequeñas aldeas. Lugares donde la pobreza era extrema y el botín ínfimo, arrastrando a sus pobladores a la más absoluta miseria.

Impulsó el cobro de un impuesto revolucionario a pueblos sin recursos, para dejarlos en paz, y también a cualquier barco que quisiera comerciar por "sus aguas".
A eso se le llama extorsión.

La autora pretende darle un halo de justicia a estos hechos, pero como ya he dicho antes:
No se puede endulzar el mar.

Novela de prosa sencilla donde se respira todo el romanticismo del mundo de la piratería (en todas sus acepciones) a la que quizá le falte algo de garra, tanto en las batallas como en los momentos más dramáticos.

Hubiera preferido que también fortaleciera los hechos menos amables de la figura de Ching Shih, pero al menos no los esconde.

Al no existir mucha literatura sobre este personaje, es una buena opción, pese al dulzor.

Bien, pero pudo ser mucho mejor.


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