La Guerra: Blackwater IV

La guerra ha sido en realidad un remanso de paz. Estaba preparada para el fuego cruzado, para un devenir traumático, y resulta que esta cuarta entrega de la saga Blackwater, ha sido el libro más humano de todos.

Es increíble (y realista) como una familia, sea la que sea, evoluciona y las rencillas que parecían insuperables y antiquísimas se desdibujan. Michael McDowell da paso aquí a las siguientes generaciones Caskey que casi sin querer van cambiando las reglas del juego, y hacen de la familia, un verdadero clan.

Más lento que los demás en su ejecución, hay sobre todo revelación de secretos, y es gracias a los nuevos lugares que ocupan personajes que antes estaban eclipsados.
Frances se ha puesto en el centro y ha hecho a Elinor preguntas que quién lee esta saga lleva queriendo hacer bastante tiempo. Es uno de los personajes que más me están gustando, porque tiene más de humana que su madre, o, al menos, sí una mayor ingenuidad. Es precisamente la evolución de las hijas de Elinor y Óscar de lo que más destaca, y la sensación de que las acecha lo más impredecible, tanto desde dentro, como desde fuera. Esto me ha tenido en tensión total imaginándome todo tipo de teorías.

Pero en Perdido, Alabama la ocultación sigue siendo un arte, y todo se conjura para que al final, las verdades se desvelan más altas y fuertes que nunca. Grace, Lucille, Malcolm, Danjo... personajes de lo más secundarios, ganan peso y brillan, algunos más que otros. Protagonizarán más de un qué dirán, en donde destacan en todo su apogeo las costumbres pero también el respeto y sobre todo el afán de protección por los seres queridos, siendo los personajes femeninos los que llevan la batuta de esto, y de todo lo demás en realidad.

He tenido la impresión todo el tiempo de que el autor está preparando el terreno para algo y lo ha terminado de abonar con La Guerra, que efectivamente se refiere a una guerra, pero no a la que se espera...¿o quizá sí?