La Guerra: Blackwater IV

A pesar del estallido de la Segunda Guerra Mundial, trasfondo histórico en el que se enmarca esta entrega, la calma ha llegado a las aguas del Perdido. al menos, en lo que a la familia Caskey se refiere. Por primera vez desde el inicio de la historia se respira un ambiente de cordialidad entre todos sus miembros. El tiempo no ha pasado en balde, y las nuevas generaciones de la familia van cogiendo el testigo de los más veteranos. Fraces y Miriam, ya en su etapa universitaria, son los ejes principales de este volumen. Sus personalidades son totalmente opuestas, pero la relación entre las dos hermanas se va estrechando y reconozco que esta evolución ha sido de las cosas que más me ha gustado de "La guerra".

En este caso, el ritmo narrativo es más pausado, aunque no por ello carente de interés. Personalmente, me ha dado la sensación de que estamos ante una entrega-sorbete de limón, un respiro previo a lo que viene a continuación. Veremos si estoy en lo cierto o no.

Es curioso que "La guerra", a pesar de su título, es el libro en el que menos disputas familiares ha habido. Es cierto que se desarrolla con la Segunda Guerra Mundial como telón de fondo, pero si nos ceñimos al entramado de la familia Caskey perfectamente podría haberse titulado "La paz". Por supuesto, esto no quita para que haya muertes, unas más sangrientas y otras más sentidas. Lagrimita al final, aviso.

He echado de menos alguna referencia al misterio de la habitación que descubrimos en el libro pasado, aunque espero que este tema vuelva en algún momento. Cada libro que leo aumenta un poquito mi impaciencia por saber cómo termina esta inquietante saga.

La intriga en torno a la naturaleza de Elinor continúa, aunque en mi caso me resulta más inquietante la figura de Oscar. ¿Está de verdad tan ciego como parece? ¿Sabe más de lo que está dispuesto a admitir? ¿Prefiere vivir sin saber qué es lo que pasa en realidad en su casa? A veces, me dan ganas de zarandearle un poquito y decirle "¡espabila, amigo!".