Cuando la luna era nuestra

Como muchos ya sabréis, soy una apasionada del realismo mágico y, aunque últimamente no leo muchos libros de este género, siempre me ha fascinado la fantasía, por eso no me lo pensé demasiado al lanzarme a leer “Cuando la luna era nuestra”, de Anna-Marie McLemore.

Se trata de una historia muy bella, de lectura fluida, escrita con una prosa muy amable, a la que la autora dota de recursos literaria y estéticamente muy bellos que incluso consiguen hacer menos duras algunas escenas que podrían no ser del todo agradables.

Una historia aparentemente sencilla que esconde un mensaje increíblemente profundo e importante, que desprende mucha moralidad e infinidad de valores que todos deberíamos hacer nuestros, y que refleja situaciones y realidades que multitud de personas viven, hoy en día, en su propia piel.

Como veis, es una historia que lo tiene todo para ser excelente, de la que solo puedo decir cosas buenas y que, sin embargo, no ha conseguido enamorarme, de forma completamente subjetiva, por una simple cuestión de gusto o percepción.

Creo que quizá no haya sido el momento de leer algo así, puede que con la edad y el tiempo sin leer el género vaya disfrutando menos de la fantasía y me vaya decantando más por la realidad, pues he tenido la sensación todo el tiempo de que era una lectura que hubiera disfrutado infinitamente más en la adolescencia. No sé cuál habrá sido el motivo pero, como os digo, a pesar de haber captado toda la belleza que envuelve la obra y la magia que desprende, a pesar de haber podido sentir su atmósfera y su energía, no he sido capaz de meterme dentro de ella, de vivirla, de conectar con los personajes ni creerme la trama, y esto es algo que me apena mucho, porque estoy cien por cien segura de que el problema no ha sido de la historia, sino mío.

Como veis, no puedo decir que sea una historia que no recomiende, más bien al contrario, pues objetivamente es muy bonita, está bien escrita, su desarrollo está bien hilado y tiene mucho sentido… simplemente es que a mí no me ha llegado a atrapar.