Mediojuego

Estamos ante una novela que tarda un poco en arrancar, pero en cuanto todos los engranajes empiezan a girar, va ganando en intensidad hasta desembocar en un final en el que todo encaja y cobra sentido. Y es que, haciendo uso de diversos recursos tales como mostrarnos los acontecimientos a través de múltiples perspectivas o jugar con los saltos temporales, se nos van dando, a lo largo de la novela, todas las piezas necesarias para resolver un puzle mucho más extenso de lo que parecía inicialmente.

No resulta fácil hablar de Mediojuego. Es una obra en ocasiones reflexiva y filosófica, pero sin dejar de lado en ningún momento ese punto de intriga que te mantiene atrapado. Y es que a diferencia de otros libros por los que navegas sin tener un rumbo fijo, en este nos encontramos desde el principio con un final bastante definido. Nuestro papel será discurrir por la senda improbable para comprender qué nos ha llevado hasta ese desenlace, preguntándonos en todo momento qué podría haber pasado de haber tomado los personajes otras decisiones. Pero no os fiéis, pues, aunque pueda parecer que está todo escrito... no son pocas las sorpresas que nos aguardan en las últimas páginas.

A pesar de que aborda temas complejos, como la relatividad del tiempo o el poder del lenguaje y de las matemáticas en el funcionamiento del universo, lo hace de una manera tan clara, que no es necesario tener grandes conocimientos para comprender el desarrollo de la trama.

Una mezcla entre ciencia y fantasía a través de la alquimia que da lugar a una historia que, aun teniendo muchos elementos propios de novela fantástica, nos presenta un escenario que el lector puede percibir como real, pudiendo llegar a imaginárselo de una manera muy cercana.

Mi recomendación es que, si os llama la atención, os embarquéis en esta lectura sabiendo cuanto menos mejor. Pues gran parte de su gracia reside, precisamente, en empezar a ciegas e ir abriendo brechas de luz en mitad de la oscuridad.