Máquinas como yo

McEwan ha vuelto y lo ha hecho con tema muy actual y presente: una distopía bastante probable al que suma otro elemento muy atractivo como es el de la inteligencia artificial.

El Londres de 1980 que presenta McEwan nada tiene que ver con el que fue realmente: tras finalizar la II Guerra Mundial, Alan Turing es un héroe y científico aclamado. No sólo nunca se suicidó; ha seguido trabajando y ha logrado desarrollar y llevar la inteligencia artificial a un nuevo nivel. Adán y Eva, los primeros seres humanos sintéticos, se comercializan y venden en tiendas con la función de hacer compañía y ayudar en las tareas domésticas. Charlie Friend es de los primeros en comprar un Adán y junto a su vecina y ‘amante' Miranda, programan el comportamiento de éste. La convivencia entre los tres será no será, a priori, tan fácil como debiera y McEwan la usa de pretexto para plantear dilemas morales tan incómodos como necesarios
Y así, la peculiar relación triangular entre Charlie, Miranda y Adán derivará en una creciente tensión que obligará a los personajes a tomar decisiones difíciles y arrastrará al lector a plantearse. ¿Podría una máquina llegar a entender y aceptar sin juzgar la complejidad moral de las decisiones de un ser humano? ¿Dónde están los límites éticos de la inteligencia artificial?

Pero lo que parece ser una novela de ciencia-ficción, es interrumpida por un giro de los acontecimientos que no te deja indiferente. Un secreto del pasado de Miranda descubierto por Adán, quien insiste en imponer unos principios éticos demasiado elevados para sus anfitriones, hará que la tensión vaya en aumento.
“Máquinas como yo” no es una lectura fácil pero es una lectura aguda y perturbadora llena de temas que nos son tan cercanos como el amor, familia, celos y engaños.
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