InicioMis librosAñadir libros
Descubrir
LibrosAutoresLectoresCríticasCitasListasTest
>

Crítica de MariaBazanLazcano


MariaBazanLazcano
17 January 2022
La fantasía como umbral de aprendizaje y crecimiento

De escritura prolífica y sostenida aun en la actualidad, en 1994, el autor británico Ian McEwan publicó por primera vez "En las nubes" ("The Daydreamer"), en la editorial Jonathan Cape, con sugestivas ilustraciones de Anthony Browne. La novela, una de las pocas que ha escrito destinada a público infantil o juvenil, fue bien recibida por la crítica en general en su momento. de extensión relativamente breve, a lo largo de ocho capítulos, nos presenta la historia de Peter Fortune, un niño de 10 años con una peculiar capacidad inventiva para crear y proyectar escenarios y personajes, algunas veces surrealistas o fantásticos (ver los capítulos “Las muñecas”, “El gato”, “El bebé”), que logran abstraerlo, en ciertas circunstancias, del tedioso y rutinario mundo de los mayores, representados en sus padres, su tía, sus vecinos y sus maestros, y aun de los más chicos (su hermana menor Kate, su primo bebé Kenneth, sus amigos de verano) o compañeros de clase. Mientras los demás creen que su mutismo pensativo, su condición ermitaña o su distracción respecto de su entorno inmediato, racional y práctico es un asunto problemático o al menos extraño, a Peter en realidad le permite acceder a una clarividencia mayor y diferente sobre sí mismo, hasta el punto de permitirse cuestionarse filosóficamente toda la existencia (ver “El matón”), cual moderno Segismundo, protagonista de "La vida es sueño" de Calderón de la Barca, o Neo en la distópica película "Matrix", de las hermanas Wachowski.

Ingresamos al universo intrigante de Peter, desde una voz narrativa en tercera persona omnisciente, es decir, que piensa, siente y ve lo que sus personajes, pero que por momentos también despliega un tono valorativo sobre los hechos que relata, o bien en complicidad, como si narrara en primera persona (“El problema de tener la cabeza en las nubes y no ser muy locuaz es que los maestros, sobre todo los que no te conocen mucho, probablemente piensen que eres bastante tonto”), y con interpelaciones directas al lector (“Intenten imaginar la escena desde donde ella estaba”), como un narrador oral que busca involucrar y envolver a su público en la historia. Sin embargo, la focalización, es decir, el lugar desde donde se mira y cuenta, va variando entre los episodios en virtud de las metamorfosis a nivel de la conciencia, y también físico, que vive Peter a medida que crece y transcurre esos últimos años de la infancia, antes de ingresar en la adolescencia. de alguna manera, estos desdoblamientos funcionan como retos o pruebas que atraviesa simbólicamente para enfrentar inseguridades y miedos personales, y fortalecer su autoafirmación y conciencia de sí; entonces, algo que pareciera ser un mecanismo de evasión solamente o de divertimento opera, además, en otro sentido: la imaginación permite sublimar lo imposible en trozos de realidad fundida con el deseo de lo que tal vez pueda ser, con la invención del futuro, desde la resistencia auspiciosa que habilita la ficción (“Unas tras otras, las interminables olas se acercaban revolcándose y susurrando hasta la playa, y a Peter le parecieron semejantes a todas las ideas y fantasías que tendría en su vida”).

Asimismo, pese a las intrusiones imaginativas que envuelven al lector, la novela presenta un marco narrativo realista al que oportunamente se regresa para “restablecer el orden” de ese mundo, aun cuando el retorno siempre deje huellas. El primer capítulo, titulado “Peter Fortune”, nos ofrece una breve descripción del protagonista, su entorno familiar y sus particulares habilidades; todo lo cual funciona como prólogo o introducción para los demás capítulos, que versarán sobre las peripecias, o aventuras de ensoñación (en un guiño a la traducción literal del título: “El soñador”), en las que él participa voluntaria y gustosamente, sin dar lugar a cuestionamientos en general, a excepción de algunos temores que aparecen momentáneamente (ver “La crema disolvente” o “El adulto”). Por el modo en que está desplegada narrativamente, podríamos inscribir la obra dentro de la tradición de las novelas de formación o iniciación, pero desde una perspectiva metafórica, porque las transformaciones que experimenta Peter se producen en virtud de la interdependencia que existe (en su mente y para el lector) entre realidad y fantasía. Es desde allí que lo que sucede a su alrededor, y en él mismo, se tamiza de forma tal que su maravilloso don de la inventiva le imprime otro significado al proceso inevitable y a la vez fascinante de crecer y dejar de ser niño.

El protagonista de la novela entiende que crecer es estar en movimiento porque nada permanece de la misma manera (“nada podía permanecer inmóvil, ni la gente, ni el agua, ni el tiempo”), y que aun los impulsos más oscuros, concretados desde la fantasía, tienen su corolario como expiación o realización fabulosa. La fantasía es, entonces, el espacio para la formación interior, el viaje iniciático del que se regresa con la conciencia de haber descubierto algo nuevo sobre la propia identidad, sobre el mundo y aun sobre los demás. Porque, tal como señala María Teresa Andruetto, “Refleja una necesidad muy humana: la de no contentarnos con vivir una sola vida y por eso el deseo de suspender cada tanto el monocorde transcurso de la propia existencia para acceder a otras vidas y mundos posibles, lo que produce por una parte cierto descanso ante la fatiga de vivir y por la otra el acceso a sutiles aspectos de lo humano que tal vez hasta entonces nos habían sido ajenos”.
Comentar  Me gusta         00



Comprar este libro en papel, epub, pdf en

Amazon ESAgapeaCasa del libro