Mujercitas

En esta sencilla historia seguimos los pasos de la familia March compuesta por cuatro hermanas (que son las protagonistas indiscutibles), y el señor y la señora March. El cabeza de familia está ausente sirviendo en el ejército, por lo que la novela está ambientada en esos duros meses de espera hasta que el patriarca regrese a casa, iniciando su andadura pocos días antes de Navidad. de entre las chicas, la que más destaca es Jo March, una niña vivaracha, enérgica, imaginativa que siempre está desafiando las reglas de lo que se espera de una señorita. Lleva una vida sencilla y humilde junto a sus hermanas: Meg, la hermana mayor que actúa casi como una madre con las demás; Beth, la virtuosa del piano y la más dulce de todas; y Amy, la más pequeña y la que más acusa la relativa pobreza de la familia March pues echa mucho de menos épocas más prósperas.

La trama se centra en las cuatro hermanas y en su día a día mientras trabajan para contribuir a la economía familiar y juegan en alocadas aventuras para aprovechar su tiempo libre. Asimismo, también veremos cómo evoluciona su amistad con el vecino de al lado, Laurie, nieto del señor Laurence y que, desde su ventana, envidia la vitalidad y la diversión de las chicas mientras él se pasa el día enterrado en libros bajo la vigilancia de su aparentemente estricto abuelo.

He de decir que todo el mundo habla tan bien de esta obra que yo me esperaba más. No es que tuviera altas expectativas, pero por lo menos creía que me iba a gustar o que me iba a dejar huella como a la mayoría de sus lectores y no ha sido así. Me ha resultado una historia lenta y aburrida que no va más allá de seguir la evolución de las cuatro hermanas, sus juegos, sus riñas y su aprendizaje. Pese a que son pocas páginas y la letra es grande, me costó mucho terminar la novela porque su lectura no me estaba aportando nada más allá de un ligero aburrimiento. Aunque no es la primera historia carente de acción que leo, no esperaba que esa falta fuera un impedimento para disfrutar de los personajes y de las enseñanzas que transmiten.

Algo que no me ha gustado son las moralejas que la señora March trataba de inculcar en sus hijas. Soy consciente de que la época en que Mujercitas fue escrita no tiene nada que ver con la actual, pero la impresión constante es que la madre muchas veces no permite a sus hijas comportarse como niñas de su edad y que, en general, tanto ella somo las hermanas dramatizan situaciones de lo más normales. Por ejemplo, si las hermanas discuten por una tontería, automáticamente lo asumen como algo gravísimo y desproporcionado y se consideran niñas malas y egoístas por ello, cuando es completamente normal que hayan discutido por el tema que sea. Cada cosa que hacen o dicen tiene que tener un trasfondo moral detrás y un aprendizaje por parte de las niñas que llegó a ser un poco cansino.

Otro ejemplo es cuando llegan las vacaciones y las hermanas quieren estar ociosas como premio por todo su trabajo durante el año. La madre convierte esto en una lección y les enseña que disfrutar plenamente de las vacaciones sin hacer nada está mal y que incluso cuando se tiene tiempo libre hay que seguir siendo productivo aunque sea en menor medida. Insisto en que entiendo perfectamente que esto es lo normal teniendo en cuenta el contexto histórico. Las mujeres estaban atadas por normas sociales muy estrictas y debían amoldarse a ellas, por lo que es entendible que detrás de cada gesto, cada palabra y cada acto aparezca su madre como voz de la conciencia. Pero por más que lo comprenda, no quita que se me hiciera muy pesado.

Lo que destaco de esta obra es la caracterización de las hermanas March. Algo importante de esta novela es que las niñas tienen sus propios sueños e inquietudes y se las anima constantemente a luchar por aquello en lo que creen y a esforzarse por conseguirlo. A pesar de lo comentado más arriba, los March no son padres estrictos y permiten a sus hijas ir y venir con libertad y hacer un poco lo que quieran, siempre y cuando se comporten como señoritas y no sean maleducadas o la líen demasiado. Así pues, se alentará a Jo a continuar escribiendo para ser una escritora de éxito algún día o a Beth a no dejarse arrastrar por la timidez y seguir deleitando a los demás con su maestría al piano. Tampoco se les inculca que deben casarse con hombres bien posicionados (pese a la condición modesta de los March) que es la educación que uno se espera para las mujeres de la segunda mitad del siglo XIX; al contrario, los padres las animan a creer en el amor y casarse cuando ellas quieran y con quien quieran. Si ponemos la novela en perspectiva uno puede darse cuenta de que es bastante rompedora. Aunque las hermanas March siguen estando encorsetadas por los cánones de la época y por lo que se espera de ellas, Jo se permite hacer lo que le da la gana cuando le da la gana y es la más transgesora mientras que sus hermanas, pese a cumplir los roles con más sumisión, también tienen un punto de rebeldía que las hace destacar.

No puedo decir que haya disfrutado especialmente de Mujercitas, pero sí he podido comprobar por qué a tanta gente le gusta, especialmente el espíritu indomable de Jo que también se ha convertido en mi hermana favorita. Es una lectura que, aun así, recomiendo porque es muy interesante presenciar cómo una autora de finales del XIX lucha en su obra contra los cánones impuestos a las mujeres e intenta revelarse contra ellos a través de sus personajes y, por supuesto, de su vida personal, que tampoco fue nada fácil.

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