Este cuarto libro comienza años después del final del tercer libro “Siempre te encontraré”, y eso es algo que me ha gustado mucho ya que se deja ver una gran evolución, en todos los sentidos, en todos los personajes. Sin embargo, y a pesar de la evolución de los personajes, a mi me ha costado mucho hacerme la idea de que los niños, ya no son tan niños en este libro, pues he leído todos los libros seguidos. El ritmo y el lenguaje que emplea la autora es exactamente igual que en los libros anteriores: ágil, simple, “con gancho”… por lo que eso hace que la historia se lea muy rápido y se disfrute muchísimo. En este tomo he podido disfrutar de grandes aventuras, romance, misterios y venganzas. A pesar de todo esto, hay un aspecto que me ha molestado especialmente, y es el machismo y la tozudez del protagonista masculino… ¡uff! Ha sido demasiado, pues no reconocía al personaje que nos enseñaron en los libros anteriores en absoluto, demasiado intolerante, demasiado diferente. Respecto a los personajes de este tercer tomo de la saga… ambos protagonistas me gustaron al final, pero adoré a Sandra. Me parece una protagonista femenina muy luchadora, fuerte, arrolladora, leal, fiel, con ideas claras… Es la que, hasta este tercer libro, más me gustó, pues a pesar de la época en la que se desarrolla la novela, ella tiene unos ideales bastante “innovadores”, por así decirlo. Zac Phillips, el protagonista masculino y hermano de Megan (protagonista del primer tomo) es, por el contrario a Sandra, el hombre protagonista que menos me ha gustado hasta este libro, probablemente debido a su gran cambio de personalidad entre los libros anteriores y este. Sin duda, me decepcionó bastante porque esperaba muchísimo. Sin embargo, veo necesario mencionar que también tiene muchas cosas buenas, entre las cuales destacaría luchar por sus seres queridos. |