Sin luz eléctrica, los humanos eran animalitos asustados que corrían a refugiarse en sus madrigueras al caer la noche. La oscuridad traía consigo los monstruos de nuestra imaginación colectiva primordial, las criaturas de debajo de la cama, todas las cuales desaparecían con el movimiento de un interruptor y el cálido resplandor de una bombilla incandescente. Las ciudades modernas estaban repletas de estructuras enormes e impresionantes, pero, sin electricidad, ¿quién querría habitar los interiores de aquellas cavernas que construíamos?
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