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Después del divorcio de su marido, Emily pretende comenzar de nuevo en el lugar donde pertenecieron sus antepasados. Para ello, compra precisamente la casa donde ellos vivieron hasta que Madeleine desapareció. Como toda casa antigua, necesita ciertas reformas, entre otras Emily pretende crear una piscina en el descuidado jardín. Es allí, donde los obreros descubren algo extraño, un cuerpo humano cubierto en unas telas. Tras la llegada de la policía comienza la hipótesis precisamente de que este cuerpo pueda pertenecer al de Madeleine. Además, este crimen guarda ciertas similitudes con otros sucedidos en aquella época. Comienzan a investigar por estos caminos, cuando se encuentran con dos cuerpos más, los cuales como el anterior, concuerdan con otros asesinatos, sin embargo, todos coinciden en que el asesino de esa época, si bien pudiera estar vivo, no puede estarlo en condiciones para continuar con su personal matanza. La trama se complica aún más cuando descubrimos que la propia Emily tiene un acosador, por lo que su propia seguridad está en peligro. En un libro en el que se mezclan varios personajes, (lo cual hace que en algunos momentos sea difícil situarse y reconocerlos en la historia), la autora hace que desconfiemos de todos ellos. Se trata de un libro que lleva al lector a realizar todo tipo de hipótesis, hasta que finalmente, se descubra toda la verdad. En mi opinión, el final es demasiado “relajado” para la tensión que se crea en la trama. Por lo demás, se trata de un libro ligero y fácil de leer que mezcla las tramas de pasado y presente con gran fluidez. Además, transcurre en capítulos cortos, los cuales personalmente hacen la lectura más ligera y permiten tomarse cortos espacios de tiempo para continuar con la lectura. |
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