Me gustó especialmente la escena del principio. Por un lado me recordó al presentador de televisión que anunció la muerte de Franco con su profusión de pena en blanco y negro y una afectación idéntica a la de un director de periódico que tuve de jefe. Siempre me imaginé a la gente en sus casas reproduciendo justo lo que describen las viñetas: feliz celebrando la muerte del dictador. Este cómic es testimonial (por cierto, no sé si se dice cómic o álbum, soy un muy ignorante en este formato). Es curioso que se diga de la década de los ochenta que fue una época de derroche y progreso económico, cuando desde siempre yo solo recuerdo inestabilidad y un sentimiento de angustia por la completa incertidumbre laboral, con independencia del sector al que te dedicases. Es algo que sigue ocurriendo, por desgracia, y esta obra lo refleja bastante bien. Lo mismo puedo decir del irremediable sentimiento de pérdida de la ligereza que existe en la juventud cuando tienes que asumir responsabilidades. |