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Descubrí hace muy poco la primera parte, "La gente feliz lee y toma café". La leí de una sentada, no podía dejarla, así que, al saber que hace poco había salido la continuación "La vida vale la pena, ya verás", ha sido mi siguiente e inminente lectura. Me ha ocurrido lo mismo. Enganchada a sus páginas de principio a fin, incapaz de soltar la mano de Diane que, después de un año de su estancia "reparadora" en Irlanda para revivir tras la muerte de su marido y su hija, ha tomado las riendas de su vida en París y su negocio, "La gente", el café literario que lleva con su amigo Félix. En esta segunda parte aparecen nuevos personajes. Conocerá a Olivier, un fisioterapeuta encantador con el que parece que va a rehacer su vida; de hecho, todo va muy de prisa en su relación. Pero un encuentro fortuito con Edward y, por tanto, el pasado que, por más que se ha empeñado, no ha logrado olvidar, cambiará su vida, especialmente al enterarse de que Abby está gravemente enferma y decide volver a Irlanda a pasar unos días. Allí encontrará una sorpresa que me ha tenido llorando en más de una escena, sufriendo por cómo acabará y deseando más de esta historia. Ojalá la autora se anime con una tercera parte, con más de Diane y Edward, para ver cómo evolucionan sus vidas, y no termine todo con esta segunda novela. Antes de leer este título, es imprescindible leer "La gente feliz lee y toma café"; si no, no entenderás nada. Ambas son novelas cortitas de unas 200 páginas que se leen del tirón. Novela romántica, femenina, de superación. El lenguaje es sencillo y ágil, entreteniéndose más en la profundidad de los sentimientos que en la descripción de los lugares; la trama es intensa —esta me ha gustado más que la primera—, la historia vuela ante tus ojos y te deja con una sonrisa en los labios. Seguiré de cerca a Agnès Martin-Lugand. |
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