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Crítica de Guille63


Guille63
16 March 2023
Gabo nos habla aquí de la realidad caribeña, una realidad dura, de calor sofocante, de pobreza milenaria, de supersticiones atávicas y religiosidad reverencial, de curas inmisericordes, de racismo, de individuos con pistola al cinto y botas con espuela, de abusos de poder que por añejos ya ni son sentidos como injustos. Y lo hace en unos cuentos protagonizados en su mayoría por mujeres, algunas dolientes, como con “un luto cerrado que era una suma de incontables lutos superpuestos”, otras, fuertes, sin necesidad de hombre para subsistir y que, llegado el caso, ellas mismas deciden mantenerlos en una ociosidad que ellos disfrutan abiertamente.

“… la Mamá Grande era dueña de las aguas corrientes y estancadas, llovidas y por llover, y de los caminos vecinales, los postes del telégrafo, los años bisiestos y el calor, y que tenía además un derecho heredado sobre vida y haciendas... A veces en complicidad con los enamorados pero casi siempre aconsejada por su propia inspiración, aquella noche (la de su cumpleaños) concertaba los matrimonios del año entrante.”

De casi todo ello da buena muestra el cuento que da título a todo el volumen, aunque no pueda decir que se encuentre entre mis preferidos, ni mucho menos, como tampoco lo está el otro relato largo de la colección, “Un día después del sábado”. Me gustaron mucho más algunos de los cortos, esos en los que el autor deja entreabierta una puerta y por cuya rendija en forma de frase se deja ver otra historia terrible y triste que no se hace explícita en el relato. Frases como «Es el ladrón que mataron aquí la semana pasada (…). Yo soy su madre», de “La siesta del martes”, o aquella de “Un día de estos”, «Aquí nos paga veinte muertos, teniente», o el diálogo que se recoge en “Rosas artificiales” «—¿Qué pasó? —Que se fue».

Quiero destacar también a otro de mis relatos preferidos, “La prodigiosa tarde de Baltazar”, en el que se hace homenaje a esas buenas personas que intentan, a pesar de todo, mantener su cabeza bien alta en ese estado de corrupción y complicidad política con los caciques en el que tienen que sobrevivir, aunque su dignidad sea recompensada de la peor manera posible.

Por último, los cuentos de “En este pueblo no hay ladrones”, un título cargado de ironía, y “La viuda de Montiel”, digamos que se encuentran en el justo medio en cuanto a mis gustos. Lo que he encontrado más llamativo en ambos es el papel de la mujer; una, fuerte y decidida, la otra, débil y apocada, y sin embargo ambas supeditadas a su hombre, aunque de muy diferente manera: una lo elige siendo totalmente consciente de cómo es y cómo es por él tratada, la otra vive completamente engañada acerca de quién es su marido.

“Si Dios no hubiera descansado el domingo habría tenido tiempo de terminar el mundo.”
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