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- No puedo - dijo, atrayendo a la muchacha por las muñecas. Ella se había lavado la cara, y era en verdad muy joven, con unos ojos grandes y negros que le daban un aire desamparado. Lo abrazó por la cintura. - Quédate - insistió. - ¿Para siempre? Ella se ruborizó ligeramente, y lo separó. - Embustero - dijo |