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Crítica de Queridobartleby


Queridobartleby
13 April 2023
Julio Mariscal Montes fue un poeta apegado a la tierra. Siempre se mantuvo en Andalucía y el mayor tiempo de su vida transcurrió en su Arcos de la Frontera natal y en algunos de los pueblos donde estuvo destinado como maestro, como El Bosque o Paterna, entre otros. Ciudades de Andalucía, Cádiz fue la principal, debido a sus estudios de Magisterio y a su primer destino siendo ya maestro. Pero a pesar de que Cádiz le gustaba, como también la vista del mar, en cuanto tuvo ocasión se refugió en sus pueblos de la serranía, con la gente humilde del campo. También la tierra adquiere para el poeta, el sentido de la labranza del labriego al que tantos poemas dedicó y, por último; tiene presencia la tierra, como surgimiento y fin de la vida, en sus últimos poemas, de manera más desesperanzada.
Se cumplió el centenario de su nacimiento recientemente, concretamente, el 18 de noviembre de 2022. Como dije anteriormente, nace en Arcos de la Frontera, en el seno de una familia de comerciantes de tejidos, acomodados, siendo el menor de cinco hermanos.
Su infancia remite a una época feliz, que desgraciadamente se trunca con el fallecimiento de su padre con cincuenta y dos años y contando él, con tan sólo once. La muerte, tan temprana para le mente de un niño, será uno de los principales temas que atravesará su poesía.
Tres años después, se ve inmerso, como tantas familias, en los difíciles tiempos de la Guerra Civil. Habiendo recién terminado con 18 años el Bachillerato, sucede otro hecho dramático; su relación con una joven, se ve truncada por su temprana muerte, debido a dolencias pulmonares. Este hecho marcará al poeta. Todavía era un amor puro e idealizado, y a ella parece estar dirigido el librito, "Poemas a Soledad"; que escrito entre 1948 y 1953, no verá la luz hasta 1975, en el ocaso del escritor y gracias a su amigo, Guillermo Sena Medina. Algunos de sus poemas se incluirían en su momento, en revistas. Otras interpretaciones, creen que el término "Soledad", alude a la propia del poeta tras ese revés, que lo sume en el decaimiento y la depresión durante un prolongado tiempo, haciéndole desistir de comenzar los estudios planeados de Filosofía y Letras.
En 1945, Julio comienza el tiempo obligatorio militar de tres años en Vejer de la Frontera. Allí conocerá al también poeta, Juan Ignacio Varela Gilabert. Ambos mantendrán fructíferas conversaciones, en las que Julio le hablará de los esforzados labriegos de su pueblo y Juan Ignacio por su parte, del mar de Cádiz. Ambos coincidirán en la admiración mutua por Rafael Alberti. Juntos pasearan por Cádiz y comenzarán a relacionarse con otros jóvenes poetas, como Fernando Quiñones o Caballero Bonald.
Terminado el servicio militar, comienza en Cádiz sus estudios de Magisterio. Conoce a los jóvenes que confeccionaban la revista El Parnaso (1948-1950). Imbuido por sus ideas, cuando vuelve a Arcos, funda la revista Alcaraván (1949-1956), con los hermanos Antonio y Carlos Murciano y Antonio Luis Baena, entre otros. Continúa sus idas y venidas a Cádiz y comienza a trabajar en el Colegio Miguel Primo de Rivera (hoy San Rafael). Es cofundador en Cádiz de la revista Platero (1951-1954). Crean los premios Alcaraván, que serán concedidos a poetas en ese momento, poco conocidos, pero más tarde de gran importancia en el mundo de la poesía, como Félix Grande o Rafael Guillén. Además de los premiados, la nómina de fundadores y colaboradores en ambas revistas fue extensa: Fernando Quiñones, Caballero Bonald, Antonio Gala, Carmen Conde, Ángel Crespo...
Es destinado a El Bosque en 1951, prolongándose hasta 1954. Además de continuar su colaboración en las anteriores revistas, funda junto a Antonio Gala, Rafael Gil Jordano y Gloria Fuertes, en diciembre de 1952, la revista Arquero de Poesía. Es curioso que la revista se editara en Madrid y jamás pisara Julio la capital de España. Simultaneaba las estancias entre Arcos y El Bosque. Su actividad en las revistas era incansable, se ocupaba de conseguir las colaboraciones desde distintos lugares de España y en el caso de Arquero, remitirlas a Madrid.
En esos tiempos de posguerra la publicación de libros era complicada, siendo más fácil publicar poemas o textos, en las Revistas. Julio participó no sólo en las anteriormente citadas, sino en otras muchas, Atzavara, Alor, Pleamar...
En Arquero de Poesía, se produjo una relación muy entrañable entre Gloria Fuertes y Julio. Gloria visitó a Julio en diversas ocasiones. En una de estas visitas, la llevó ante sus alumnos y Gloria recitó sus poesías. Antonio Gala, por su parte, recordaba como enviaba sus primeros poemas a Julio para que los revisara y corrigiera antes de devolvérselos.
Publica Julio en 1954 su primera obra, "Corral de Muertos". El libro consta de una serie de elegías dirigidas supuestamente a muertos en el cementerio. Tiempo después, en una entrevista, el autor desveló que los muertos estaban vivos en realidad. Algunos eran amigos suyos. Mariscal señaló que pretendía explorar el tema de la muerte visto por un andaluz. No es extraño que Julio experimentara con el tema de la muerte qué tanto había convivido tan cerca de él: el fallecimiento de su padre, de su primer amor, o los muertos de la Guerra Civil. Y unido a la muerte, el olvido. Olvido de ese ser terrenal que antes fue, existió, habitó un cuerpo. Ciprés, el primer poema, está dedicado al poeta amigo suyo, Felipe Sordo Lamadrid. Este poema precisamente, figurará en la entrada del cementerio de Arcos de la Frontera en honor de nuestro poeta, tras su fallecimiento.
A finales de 1955, destinado en Espera, muy cerquita de Arcos, publica en Adonais, "Pasan hombres oscuros". Se trata de veinte poemas de amor vistos por medio de una mujer. Está presente en algunos poemas, la joven de "Poemas a Soledad", además de otra mujer, que según Blanca Flores Cueto —autora de una tesis sobre Julio Mariscal incluida en la excelente antología de la Isla de Sistolá—, todavía vive y guarda las cartas de amor que Julio le enviaba y por el que sentía un cariño especial. El tema principal de los poemas es el amor frente a la muerte. A través del amor encuentra a Dios y a la belleza. Pero en el último poema —el que más me gusta—, fraterniza con las personas humildes, que debido al esfuerzo diario por subsistir, no pueden encontrar y disfrutar de la belleza, del amor. Es un poema sobre el dolor de estas gentes.
Entre 1956 y 1959 estará destinado en Santa Bárbara de Casas (Huelva), lejos de Arcos. No se sabe qué ocurrió en este nuevo destino, puede que un desengaño amoroso, pero el caso es que en 1957 publicará "Poemas de Ausencia", libro de talante opuesto al que entregara en 1955.
El libro lo componen veinticuatro poemas de amor, pero como su nombre indica, están marcados por el amor ausente. El vitalismo que dominaba en su anterior libro, da paso a un poeta más recogido, inmerso en la soledad, lleno de nostalgias y recuerdos del amor pasado. Tanto en el poema inferior, como en el superior, que tan bien interpreta Javier Salmerón, podemos comprobar este estado hiriente en que parece estar sumido el poeta.
Continúa en Santa Bárbara y prepara un cuarto libro a contra corriente de la poesía del momento, en la que predomina el verso libre y la crítica social; pues las composiciones serán en forma de sonetos y la temática que domina será de carácter religioso. Aunque pueda parecer que se aparta de la poesía que había compuesto hasta el momento, el carácter religioso de Julio era indudable. Si hasta el momento había aparecido fugazmente, a través de Dios, encarnando la belleza y el amor; aquí surge también la figura de Jesucristo, como puente entre Dios y el hombre. Jesucristo encarnado en hombre padeciendo la Pasión hasta la soledad y la muerte.
El libro, "Quinta Palabra", se editará en la colección Alcaraván, en 1958, y estará dedicado a sus amigos y compañeros de las revistas Alcaraván y Platero. Se compone la obra de veinte sonetos con la figura principal de Jesucristo, en su Viacrucis de Pasión y muerte. Esa faceta de Jesús, como hombre sufriente, es con la que se identifica Julio en lo religioso, hermanando su dolor con el suyo, en los poemas. El poeta era un enamorado de la Semana Santa, hasta tal punto, que participaba en ella, portando la Virgen de la Soledad en la procesión de Arcos.
En 1959 es destinado a Paterna, uno de los pueblos donde más prolongadamente vivirá, consiguiendo además una integración más necesaria a nivel social y laboral.
Se produce otro hecho muy del agrado del poeta, la afición al flamenco de las gentes de Paterna. El origen de la Petenera parte de Paterna. Julio era un gran amante del flamenco y podrá profundizar en su pasión, en el pueblo. Se sabe que compuso algunas canciones para este palo flamenco además de establecer amistad con destacados cantaores locales, como Rufino de Paterna y El Perro de Paterna, cuya mujer, lavaba la ropa de Julio.
Por contra, muere su madre, Josefa Montes, en enero de 1960. Julio se sentía muy unido a su madre. Dejará de visitar Arcos, incluso en vacaciones, debido al dolor que le causaba no sentir la presencia de su madre en la casa del pueblo. A ella dedicará sentidos poemas, que podremos leer después.
En cuanto a las labores docentes se multiplica, incluso impartiendo clases particulares con los alumnos que lo necesitaban, sin cobrar a los hijos de familias pobres. En las clases, ponía especial énfasis en la Ortografía y la Gramática.
En el documental que dedicaron al poeta —que dejaré al final—, es recordado con cariño por alumnos y personas que tuvieron contacto con él.
Julio estaba totalmente integrado en Paterna. En el documental, dos antiguos alumnos hablan del corralito que tenía en el patio del colegio, con gallinas, patos, conejos, alguna cabrita. Pasado el tiempo, muchos de estos animales los regalaba a personas necesitadas.
También Impulsará la Cofradía de la Virgen de la Soledad, patrona de Paterna.
En 1962 aparece, "Tierra de Secanos". Es el libro más cercano a la denuncia social. Las duras condiciones de la posguerra. Es un canto de solidaridad a los desheredados.
La muerte, el amor, el hambre, el clamor a Dios, Jesucristo en la agonía como intercesor con Dios e identificado con la del hombre por su penar y por su tierra, la tierra, cómo no, son sus temas principales.
Por estos años, Blanca Flores, remarca un hecho que dejó afectado al poeta. Él era el secretario de la Junta Escolar Municipal y en otra escuela unitaria de Paterna había un pozo cercano que el poeta había pedido que se tapara. No se hizo caso a su petición y cayó un niño de tres o cuatro años, ahogándose. El hecho le produjo un hondo pesar a pesar de que él había hecho todo lo posible para que estos hechos no sucedieran.
Como la vida sigue, Julio poco a poco se identifica con el pueblo y fruto de ello, es la publicación del libro, "Tierra", en Veleta al Sur, en Granada, en 1965.
Poblado de metáforas, simbolismos y pleno de erotismo, el poeta presenta un amor de otro tipo al mostrado en sus anteriores libros; un amor homosexual, prohibido y totalmente censurable para la moral de su época.
Él es sabedor de que aunque correspondido, es un amor imposible, a contracorriente de las gentes de un pueblo que a pesar de sus prejuicios e ignorancias, él respeta.
Reconoce el poeta que si su amor tuviera lugar con una mujer, como en el pasado, al recordarlo podría divulgarlo a los cuatro vientos, pero al ser un amor prohibido ni recordarlo puede, a pesar de la laceración que siente al tener que interiorizarlo siempre para sí, sin poder evocarlo, ni tan siquiera con sus amigos.
Él mismo, alberga un sentimiento de culpa, acrecentado por sus tendencias religiosas, que si bien nunca fueron las de un católico practicante estricto, si se inclinaron al amor y cariño sentido por Jesucristo hecho hombre, escarnecido y sufriente.
Según los esquemas cristianos, por los que se rige la sociedad y, de algún modo, Mariscal; es consciente de que su amor es proscrito, que no son "buenas" sus inclinaciones, por ello, solicita indulgencia al Señor.
A pesar de sentirse querido en Paterna, su deterioro psíquico y físico es creciente. Ante ello, sus hermanas y hermanos le piden que vuelva a su pueblo de origen, pero Julio es reacio. Finalmente, en el verano de 1967, regresa a Arcos de la Frontera. En septiembre le conceden destino en su colegio de infancia, la Agrupación Escolar Mixta Olivares —hoy Colegio Público Las Nieves—.
Padecía unos trastornos de estómago y su decaído ánimo no favorecía su curación. Familiares, amigos, compañeros frecuentaban y animaban al poeta, pero su retraimiento cada vez era mayor.
Debido al tesón de amigos, publicará algunos libros. Gracias a Carlos Murciano publicó "Último día", en 1971, por Cuadernos del Sur, de Málaga. Julio quería titularlo, Juicio Final, pero Carlos aconsejó el título por el que definitivamente se publicó. El tema de la muerte, vuelve a recorrer el libro.
Ya había tratado el tema en "Corral de muertos", pero allí, con un punto de rebeldía, y de manera más humana. Aquí, resignadamente, es la comparecencia de diferentes personajes ante Dios en el "juicio final", en ofrenda de lo que fue su existencia antes del definitivo regreso al sepultamiento en la tierra.
Amigos poetas visitaban con frecuencia a nuestro autor, para conversar y obligarle a salir de casa. José Luis Tejada, recuerda como hacía de cicerone por el pueblo. Blanca Flores, en conversaciones mantenidas con Fernando Quiñones, refleja cómo le hablaba de Julio y de las visitas que le hizo. Recordaba principalmente un paseo de noche junto a Julio y cómo unos desconocidos increparon al poeta; en esto, Julio aceleró el paso y Fernando vio como se alejaba encerrándose en su casa, sin volver a verlo ya. Escena conmovedora y patética que denota la intolerancia e incomprensión de aquellos tiempos.
En 1972 se publica la segunda edición de "Corral de muertos". Guillermo Sena Medina, gran amigo del poeta consigue que Julio acceda a que se edite "Poemas a Soledad", en 1975, escrito entre los cuarenta y cincuenta y del que hablé anteriormente.
"Trébol de cuatro hojas", es el último libro publicado en vida del poeta, en 1976, en la editorial Ángaro, que dirigía su amigo Luis Baena. Sena Medina reordenó los poemas antes de ser publicados. Se publicó en un momento en que el ambiente estaba enrarecido debido al fallecimiento de Franco, unos meses antes. Julio poco disfrutaría, desgraciadamente, de los cambios que paulatinamente se fueron produciendo en el ámbito político y social.
Ya desde Pórtico, primer poema del libro, se vislumbra el estado de desánimo del poeta. Sabedor de que su fin está cerca, la muerte se erige como tema principal. Por otra parte, se da cita la religiosidad en la presencia del Señor, como principal interlocutor. Otro tema que lo recorre, es la soledad en la que se encuentra el poeta. Por mucho que amigos y familiares trataran de sacarle de su voluntario apartamiento, parece no haber consuelo para él, debido tanto a la enfermedad como al desconsuelo latente ya en su vida.
Pero también tenemos la evocación de los tiempos de infancia y primera juventud. de los tiempos de escuela, del primer amor o de estancias, como el comedor, con sus padres y sus hermanos, todos juntos. Una mirada hacia el pasado nostálgica, con la pérdida y el paso del tiempo de por medio.
Cierra el libro, el tristísimo, Final. Un poema donde Julio en soledad, acompañado únicamente por sus recuerdos y el refugio y consuelo de la poesía, prefigura ya su muerte cercana.
Pepa Caro, poeta Arcense, recordaba emocionada el impacto que le produjo leer "Poemas a Soledad", con catorce años. Coincidió que fueron los últimos años de vida del poeta. Ella lo veía, de lejos, tomar cafés y fumar, en la terraza del bar. Siempre se quedaba con las ganas de hablar con él y expresarle lo que sentía con sus poemas, pero por pudor y timidez, no se atrevía. Desafortunadamente, se enteró de la noticia de su muerte sin haber podido conversar un ratito con él.
"Julio era ya un ser ajeno a la vida, ajeno a todo. Tenía
la terquedad y la displicencia de los muertos, a los que virtualmente
pertenecía. Encorvado, aterido, sediento de café, le
vimos por las tardes de aquel 1977 agitado, Pepa Caro y yo,
mientras el pueblo de Arcos, el andaluz, traducía por justicia la
proclama autonómica de los del Norte. Julio ya estaba muerto:
lo que ocurrió en Jerez aquel día de noviembre fue un trámite
preciso, burocrático, para rellenar unos impresos médicos una
página del Registro Civil, sección de fallecimientos".

Hay que hablar de la importancia de Guillermo Sena Medina en la recuperación y publicación de "Poemas a Soledad" y de los últimos libros del poeta Arcense. Llegó a Arcos de la Frontera en los primeros setenta. Vinculado a la carrera de Derecho, ejerció posteriormente de fiscal. Pero también era poeta y trabó amistad con los poetas de la revista "Alcaraván"; concretamente con Julio, llegó a mantener una estrecha relación fraternal. Recuerda Pedro Sevilla emotivamente, como Guillermo lloraba desconsoladamente portando el féretro de Julio Mariscal junto a otros amigos y poetas, la tarde de lluvia del 29 de noviembre de 1977. El mismo Guillermo relataba estos momentos y los anteriores a la muerte del poeta, en el prólogo de "Aún es hoy":
"— “Guillermo, estoy muy mal. ¿Me voy a morir?”
Su hermana le reprende cariñosamente: — “¡Qué cosas tienes!”.
Yo intento decirle que no, que pronto volvería a escribir poemas
y a preparar el próximo libro que, como Trébol de cuatro hojas, le
pasaría a máquina… Hablamos de algo más, frases sueltas, para no
cansarle…
Llegó el médico, nos mandó fuera y prohibió las visitas:
— Adiós Julio (Un adiós, que pese a la gravedad, deseaba no
fuese el definitivo).
— Gracias, Guillermo… Recuerdos a Emilia.
Nuestras manos se apretaron en una cálida despedida. En las
mías sentí el temblor de las suyas, de aquellas manos que ya no volverían
a garabatear indecisamente las menudas letras, los renglones
torcidos de sus poemas.
A las cuatro, Laureano Barrera, Antonio Murciano, Cristóbal
Romero y yo, abrumados por un peso infinitamente superior al físico,
llevamos al amigo a la preciosa Iglesia de Santa María, donde
su pueblo le dijo adiós. Luego el cementerio donde el barro mortal
cuece y se encierra. Poco después de las cinco era enterrado —número
1.750— en su corral de muertos, sin ciprés cercano, allí donde
los hombres se han tendido/ para olvidarse dentro de su muerte.
Se cerraba la tumba cuando, sobre el ataúd, coloqué un ejemplar de
Poemas a Soledad para que, en representación de sus versos y a la
tradicional usanza ibérica, le acompañara en su tránsito infinito.
Poetas y amigos, ensombrecidos como el cielo que no dejó de
llorar, asistimos a su “último día” anonadados por la pérdida de
su voz de “alacranes” definitivamente sin trallazo. Sus compañeros

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