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Crítica de Guille63


Guille63
12 March 2023
“Una forma supersticiosa de explicarse lo inexplicable, la literatura.”

Marías es fiel a ciertos personajes que saltan de una novela a otra sin apenas despeinarse, algunos debido a una evidente imposibilidad física, como es fiel también a una forma literaria en la que los entresijos de la trama, habitualmente escasa pero aquí con algo más de peso, se van desgranando con una enervante pereza mientras sus personajes, y el narrador siempre es uno más, se dedican a una imparable sucesión de reflexiones, lucubraciones y comentarios acerca de un puñado de ideas, fobias y obsesiones hacia las que el autor también muestra una fidelidad inquebrantable.

“Presumía de precisión, aunque a veces, en su búsqueda, tuviera tendencia a divagar.”

En el centro de la trama de esta novela está la siempre difícil disyuntiva entre saber y no saber, un dilema abordado desde dos vertientes, la personal y la colectiva: saber si hay o hubo crueldad imperdonable en un gran amigo y, por el otro lado, la necesidad o no de sacar a la luz las atrocidades que perpetró el régimen franquista, sus dirigentes, sus afines, los vencedores, durante los duros años de la posguerra. Es por ello que la historia no podía tener un marco más apropiado que la transición española, un período político frecuentemente alabado como ejemplar y pragmático y que ahora, después de que aquellos que no fueron ni juzgados ni señalados en su momento emergen nuevamente con fuerza y descaro en la piel de sus hijos y nietos, está siendo seriamente cuestionado… y con toda la razón del mundo.

“Cuando uno renuncia a saber lo que no se puede saber… empieza lo malo, pero a cambio lo peor queda atrás.”

No siempre, Javier, no siempre es mejor no saber, ni aun la decisión de no saber, aunque el no saber nos conceda la libertad de decidir por nosotros mismos lo que fue y nos permita vivir con ese saber precario. Porque tampoco es cierto que la verdad tenga un lugar y solo uno, un tiempo y solo uno. La verdad no es siempre tan débil, tan sujeta a la opinión, hay verdades tan necesarias y palmarias que deberían estar siempre en nuestro lugar, en nuestro tiempo, que no se enquisten ni se entierren ni terminen siendo un simple rumor, eficaz, sí, pero fácilmente esquivable y rebatible por sus protagonistas.

Por el contrario, sí te concedo que en el terreno personal la ignorancia pueda ser a veces deseable y hasta conveniente. Como es a veces muy cierto que la incertidumbre puede ser peor que la certeza, que saber puede ser el inicio de lo malo pero que también puede dejar lo peor atrás.

“A veces propiciamos que ocurra lo que más tememos porque la única manera de libranos del pavor es que el mal haya acontecido ya.”

Es esta una historia en la que Javier Marías pone nuevamente de manifiesto lo difícil que es conocer a nadie, saber lo que piensa, lo que siente, por muy íntima que sea la relación, la necesidad de contar y el peligro de que nos cuenten, la imposible seguridad sobre todo aquello que nos cuentan, lo terrible de la espera, lo inestable e inseguro de la memoria… Y como hilo conductor de todo ello, un matrimonio desdichado y su historia de amor y desamor en la que no faltan las mentiras, lo rencores y las venganzas, un hilo que a veces he encontrado algo deshilachado.

Todo parece trágico pero casi nada está tratado aquí de una forma trágica, hay mucho humor que hace de estupendo contrapeso a los infortunios y lo sucio y vil de algunos personajes. Quizás sea la novela de Marías en la que con más humor me he topado, donde quizás he encontrado más claramente su idea de lo patéticas que son a veces nuestras desdichas, siempre las mismas, sota, caballo y rey.

“Lo que importó ya no importa o muy poco, y para ese poco hay que hacer un esfuerzo; lo que resultó crucial se revela indiferente, y aquello que nos desgarró la vida se nos aparece como una niñería, una exageración, una tontería.”

Al fin y al cabo, ¿qué somos?, nada…

“…. nieve que cae y no cuaja, como lagartija que trepa por una soleada tapia en verano y se detiene un instante ante el perezoso ojo que no va a registrarla. Seré lo que fue, y que al no ser más, ya no ha sido. Seré un susurro inaudible, una fiebre pasajera y leve, un rasguño al que no se hace caso y que se cerrará en seguida. Es decir, seré tiempo, lo que jamás se ha visto, ni puede nunca ver nadie.”
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