Por mucho que digan, por más aroma de lavanda y amapola silvestre, tras 100 años de siesta, el culo a nuestra bella durmiente, debía olerle a huevo podrido. Así que el azulado príncipe hizo de tripas corazón y con un beso de amor verdadero despertó a la "nini" de dorados cabellos. Que ya iba siendo hora. Y fueron felices...sin pegar un palo al agua. Hasta aquí todos lo sabemos. ¿Qué pasó después? Ana María Matute lo tuvo claro, quizá por experiencia propia y añadió un personaje transcendental. Esa vil reptil. Esa cosa inhumana con bata y moño que se apodera de tu sofá, tu mando a distancia y que todo lo oye mientras ronca. El más terrorífico de los seres entra en escena. La suegra. En versión medieval que es mucho más chunga. Y mientras el apuesto niño de mamá se ausenta por motivos laborales ( guerras) ahí se quedan su madre, su esposa y los retoños rascándose la tripa a manos llenas. ( muy igualitario todo) A mi estos roles de cuentos antiguos me tocan los higadillos. Lo tengo claro. A mis hijas les digo que me traigan la pareja que quieran a casa. Pero el/la novato friega la paella. Volviendo a Matute y a su revisión del clásico infantil, poco que no sepamos. Buena letra, excelentes descripciones y una continuación muy parecida a la que nos contó Perrault o los hermanos Grimm. ( ahora no recuerdo) Sea como fuere, relato obsoleto, con fallos argumentales. Eso...o el príncipe blue le puso un geolocalizador en el anillo a la princesa nini. De otra forma no se explica como narices encuentra a la niña, raudo y veloz sin saber siquiera por que prados andaba pastando. No es lo mejor de Matute ni de lejos. Aun así, se puede disfrutar de su bella prosa y su cadencia marca de la casa. ¡ A dormir otros 100 añitos más! |