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Esta segunda lectura de #daciamaraini me ha dejado inmersa en un estado de pesadez, desazón y asfixia… el mismo que destila la historia que se narra y los ambientes en que ésta se desarrolla. Con profunda sobriedad la escritora denuncia las escasas oportunidades de construir un futuro si no feliz, al menos digno para algunas personas. La tristeza deviene estado: es inherente y constitutiva de los seres que pueblan esta historia. Enrica, la protagonista, es una joven que ha crecido y vive en un entorno sórdido, mísero, violento y opresivo que deja el espacio justo para preocuparse por sobrevivir al presente. En este contexto, ni siquiera las relaciones personales ofrecen un refugio sereno y acogedor. Los personajes que pivotan alrededor de esta joven acaban transluciendo, en sus relaciones con ella, la idea de que resulta imposible lograr la plenitud personal. Así, la resignación y la pasividad acaban constituyendo las principales estrategias de afrontamiento de una realidad que es, en el fondo, una verdadera jaula. La representación que los hombres se hacen de las mujeres, como seres pasivos cuya existencia se justifica por la satisfacción de sus necesidades, constituye un eje vertebrador de toda la novela. En todo momento se hace patente el hecho de que las mujeres cuentan con menos oportunidades y libertades, así como que su sexualidad representa una herramienta de explotación al tiempo que un recurso para la búsqueda de un futuro seguro. Las reacciones de Enrica frente a este descubrimiento resultan descorazonadoras. En conjunto, una lectura desoladora acerca de la búsqueda de la dignidad como mujer. |
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