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Me he metido en el desierto, me he enamorado, he muerto y resucitado allí. He visitado un oasis y luego he visto pinturas rupestres en cuevas olvidadas, he amado los besos y los golpes de una extraña, también he amado los silencios y el dolor de un quemado. Luego me he ido a la campiña italiana a sufrir. Sufrir la guerra que barrio toda Europa, he desactivado bombas en el barro y he visto rayos iluminar las colinas italianas, todo eso mientras comía nabos y leía libros griegos, ingleses y americanos, he amado hasta el cansancio a un hombre con piel carmelita y precisamente por el amor que le he profesado he comprendido cada segundo de su sufrir, porque también ha sido el mío. He perdido los pulgares, encontrado a alguien que se me perdió, comprendido la barbaridad de la humanidad y aun así he seguido amándola lo suficiente como para seguir viviendo, he viajado por continentes y continentes con mi consciencia al borde, hasta que me he desbordado. Todo eso he hecho con este libro. Ahora me duele el corazón, solo por haberlo terminado, porque es uno de los pocos en los que no soy ningún personaje, sino que tengo de todos un poco, saber de sus vidas es un poco saber de la mía. El final perfecto, desgarrador. El comienzo perfecto, cautivador. La trama tan eterna como el tiempo. ¿Lo vuelvo a leer? Por supuesto.
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