Canijo es músico y vive en Sevilla donde acaba de sufrir un desamor y vive sin ninguna fe en el futuro. Es débil y tiene un problema de difícil solución: es un yonqui que camina directamente hacia una espiral de destrucción de la que ni siquiera es plenamente consciente. Estamos en los 80 y la droga campa a sus anchas por determinadas calles de la ciudad. Él sabe lo que quiere y cómo conseguirlo. Mansilla no escribió una novela en la que encontremos un matiz romántico sobre el tema de las drogas, no hay ninguna Idealización ni retratos de buenos y malos. Lo que hay es dureza y realidad, jeringuillas, navajas, mono, "speedball", sirlas, chutes, y muerte. Me hipnotizó su portada nada más verla, la editorial me daba mucha confianza y el tema me interesaba. Todo apuntaba a que iría bien, y vaya que si lo fue. Antes de llegar a la página 50 de las 430 que tiene el libro estaba absolutamente subyugada. Acababa de devorar un capítulo (el 3, para los más curiosos) con un ritmo y una tensión propios de la mejor literatura. La última frase de la edición dice: "Hazte mansillista." Yo ya estoy manos a la obra. |