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Segundo libro de la autora en el que nos sigue descubriendo historias del pasado dentro del mismo universo que su primera novela, Secretos, aunque esta vez ampliándolo fuera de los lazos familiares y desvelándonos las historias jamás contadas de otras familias del pueblo. Confieso que en este libro me costó un montón entrar, no sé si porque el anterior me dejó noqueada, o más bien por la forma en que está escrito. En éste, la historia está contada a través de las palabras de Rosalinda, la dueña del bar del pueblo, El Plaza, que escribe sus recuerdos en unos cuadernos, casi como terapia. Esto hace que esté escrito todo en frases cortas y a mí al principio se me hizo un poco bola. Sin embargo, la historia es tan potente que te atrapa y deja que el ritmo quede en un segundo plano. No podía dejar de pensar en las vidas de mis abuelas y abuelos, que seguro que tenían historias similares y que ya se han perdido para siempre. Seguimos sin saber lo que le pasó a su tía Leonor, pero yo estoy segura de que en el próximo libro saldremos de dudas |
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