De todo lo que he leído, si tuviera que escoger un libro que me ha transportado a un lugar y un momento, probablemente haya sido este. Nunca he estado en Egipto, pero de algún modo asocio el ritmo de este libro, las sensaciones que transmite, al de sus calles en los 40. El ritmo es muy importante en esta narración, y es lento. Los cambios no dan llegado para los más jóvenes y modernos del barrio, ellos buscan una vida mejor que parece muy difícil de alcanzar. Pero también es lento para los mayores, con sus quehaceres y costumbres rutinarias. Su día a día no varía, su universo se reduce a esa calle, esas gentes que les rodean, representan las tradiciones ancestrales. El café de Kirsha es el centro neurálgico del lugar, ¡cómo no!, y donde más se percibe ese ambiente del lugar. Un libro centrado en gente humilde, su cotidaniedad y cómo se relacionan con el entorno. Recuerdo que supe por primera vez de Naguib Mahfuz viajando, en un programa de Radio 5, dónde analizaban sus obras y las de otros nóbeles (lo fué en 1988). Fué en otro viaje, en esta ocasión a León, donde en una caseta de la feria del libro me hice con este pequeño tesoro. |