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El año pasado, en el que todos vivimos en cautividad con el confinamiento, observar diariamente desde mi terraza como volaban y cantaban los pájaros fue para mí una gran fuente de alegría y antiestrés. Desde entonces mi percepción hacia las criaturas aladas ha cambiado. Cierro los ojos y desaparezco escuchando sus trinos y sus aleteos. Un placer sencillo, pero cargado de imprevisibilidad y misterio en cada encuentro, que tan bien describe en este libro Kyo Maclear. Los pájaros nos enseñan a relativizar, a conectarnos con nuestras vidas y apreciar las cosas aparentemente insignificantes porque “no hay grandes razones para vivir, solo pequeñas razones”. A través de sus paseos con su guía experto en pájaros, la autora se pierde contemplando la naturaleza a la par que su mundo interior, dejando que el arte y la vida emprendan el vuelo. Es consciente de que “no hay día sin pájaros" y con el paso de las estaciones va aceptando que la vida fluye como la naturaleza , que hay épocas para el barbecho también, que los padres y los hijos van madurando a su tiempo, que la vida va desarrollándose a trompicones y también con tropezones. |
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