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Crítica de rafaperez


rafaperez
14 August 2022
En un lugar de Madrid, cuyo nombre recuerdo como "La taberna de las ratas" un viejo hidalgo que conociera tiempos mejores escribe en prosa a la luz de una débil antorcha.

Junto a él, un orondo y bonachón tabernero, aunque algo tacaño, aguanta los caprichos de su cliente más fiel con inagotable paciencia.

Hacia ese lugar se dirige un joven catalán en busca de tan insigne anciano al que el mundo entero conoce como Don Miguel de Cervantes.

Le lleva un presente. Una antigua y astillada arqueta, que le entregará gentilmente bajo condición de que el hidalgo caballero de ojos cansados pero lúcida memoria, le cuente al detalle su estancia en Barcelona 40 años atrás.

Carlos Luria retrocede en el tiempo para regalarnos una novela de aventuras sin altas pretensiones, escrita como los dioses, y de muy buen leer.

40 años atrás, (lo de repetir 40 me lo enseñó un tal Sandor Márai) arriba a la ciudad condal un jovencísimo Miguel, poeta y por tanto, pobre como las ratas, con cierto aroma a mofeta y más hambre que un elefante a dieta.

Lo hace en la noche de San Juan e imaginen el asombro del hidalgo caballero al contemplar a los lugareños borrachos como cubas en la playa, en pequeñas manadas, quemando sillas, mesas, muebles viejos, trastos y suegras.
Pagano rito, del que nada había oído hablar.

Huye. Una partida de naipes donde pintaron espadas con la desgracia de dos feos tajos al hijo de un noble. Su papá clamando venganza, persigue a nuestro Quijote, del uno al otro confín.

Y para redondear la trama, encuentra cobijo en las faldas de una panadera que le dará:
Techo.
Lumbre.
Alimento.
Tensión sexual no resuelta.

Su nombre Rosa.
Pero todo el mundo le llama "Dolça" que traducido significa Dulce.
Dos más dos, Dulcinea. Doy el resultado por si alguien no sabe sumar.

Llegados a este punto, muchos ya habéis olvidado mi homenaje a "El último encuentro" (será #sanlatiguillo) y estáis deseando leer el libro, así que de su trama, nada más que contar.

El autor recrea un buen entorno histórico y ficciona la presunta estancia de Cervantes en Barcelona.

El libro está lleno de matices. Luria nos muestra a un personaje muy semejante a Quevedo, Lope o Góngora. Hombres de afilada lengua y fácil espada.

Sorprende, y me encanta el odio que muestra nuestro protagonista a la prosa, defendiendo el verso como única disciplina noble y digna de mención.

Los guiños a su Quijote están directa o indirectamente por todas partes, lo que hará las delicias del lector.

Incluso pinta a un Cervantes que divaga y en múltiples ocasiones es abducido por una poderosa imaginación, con la clara intención de caracterizar al hombre que escribió su sagrada obra.

Lógicamente todo es ficción, nada hay que lo sostenga como tampoco, que lo desmienta.

La novela tiene buen ritmo y personajes memorables que junto a sus apenas 330 páginas hacen de ella una experiencia entretenida y cómoda de leer.
Incluso diría que es entrañable.

En definitiva, muy buen sabor de boca me dejan las aventuras del padre putativo de Don Alonso Quijano.

¡Recomendadísima!



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