 |
Te he comenzado odiando, querido protagonista, tan víctima, tan tú y tus circunstancias, tan sumergido en tu propio mundo. Estos eran mis pensamientos en las primeras páginas de este libro que compré gracias a una recomendación. La soledad invade este libro de tal manera que llega a arrastrarte con ella y te escupe en algún momento de tu vida en el que eras un poco el protagonista: siempre yendo en línea recta para evitar lo nuevo, necesitando tener el control porque la última vez que lo perdiste, te quebrajaste por dentro, y ahora, ahora, tienes tanto miedo que el control forma parte de tu existencia. Echaste la llave y no hay espacio para nada ni para nadie. Y es que es una novela de reflexión, intimista, narrada en primera persona, donde el autor nos va sumergiendo en la personalidad del protagonista, para comprenderle, para acabar queriéndole un poquito, para acompañarle en su evolución hasta que se resquebraja como un pollito a punto de nacer. Y todo esto acompañado de libros, entre las estanterías de una librería centenaria, con sus peculiares lectores. Tal vez con lo que has leído anteriormente no hayas sacado ninguna conclusión, por eso, querido lector, te informo que me ha encantado su lectura. No es un libro lleno de aventuras ni realmente donde pase demasiado, pero me ha atrapado tanto que necesitaba seguir leyendo porque aquel al que comencé odiando un poquito en sus primeras páginas, le he acabado cogiendo cariño a lo largo de toda la lectura.
|
>
