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Crítica de Guille63


Guille63
11 March 2023
“Se obedece porque conviene y se duda porque se piensa. Y si una cosa salva la vida la otra parece salvar el alma.”

Decía el jurado que le otorgó el premio Alfaguara que Ray Loriga había construido “una fábula luminosa sobre el destierro, la pérdida, la paternidad y los afectos”. Y es cierto que hay destierro, que hay paternidad y que hay afectos, tan cierto como que ellos y yo no hemos leído la misma novela. El punto esencial de la novela, muy por encima de cualquier otra cosa (como por ejemplo, la forma en la que libremente exponemos cada vez más toda nuestra vida en un escaparate global y lo que ello puede conllevar de control social, de marginación del diferente), es la naturaleza del ser humano y, en torno a ello, una pregunta más que interesante: ¿hasta qué punto estaríamos dispuestos, de ser tal elección posible, a dejar de ser nosotros mismos en beneficio de una mayor felicidad?, y su corolario: ¿en qué punto de esa cesión podemos hablar de rendición, si así consideramos el caso?

“Es curioso comprobar cómo se echan de menos sensaciones que no son buenas, pero a las que uno se ha acostumbrado, y cómo sin miedo alguno se duerme bien pero se levanta uno extraño. de tanto acostarme cada noche sin temor me iba yo pareciendo a mí mismo otra persona, alguien en quien no podía confiar del todo”

Por el contrario, sí estoy de acuerdo al destacar como uno de los temas del relato el de la pérdida, aunque no sé si el jurado y yo coincidimos en aquello que se ha perdido. de lo que no tengo ninguna duda es que, efectivamente, se trata de una fábula. No creo que el autor pretendiera crear una distopía, si entendemos como tal a sociedades que entran dentro de lo posible. Como el mismo autor comenta en una entrevista, cuando escribía la novela tenía más en mente relatos del tipo “Los viajes de Gulliver” que el famoso 1984 con la que a menudo se la compara, aunque a mi entender existen más paralelismo con “Un mundo feliz”.

“¿Es suficiente con que te pongan la comida en el plato para soportarlo todo?”

Y es que de un mundo feliz es de lo que nos habla Loriga, aunque sea una felicidad construida a costa de perder nuestra individualidad y hasta nuestra naturaleza. Y esta es la parte interesante de la novela, la segunda, mientras que la primera me ha interesado menos: una sociedad en una guerra permanente e inexplicable, con una economía precaria en la que cada uno va a lo suyo, en la que las deslealtades y las traiciones son más habituales y menos sorprendentes que los actos de solidaridad, en la que las balanzas de poder se asientan en necesidades básicas como el agua o una pistola.

“Sabía que es mejor aceptar señor que andar suelto.”

En conjunto es una novela entretenida, que se lee en dos ratos, literalmente, y que da para muchos más ratos de reflexión. No obstante, y aun teniendo en cuenta que en una fábula caben muchas libertades, la historia previa del protagonista no me ha parecido un cimiento lo suficientemente sólido sobre el que construir su rebeldía final y me resulta curioso que, por contraposición, el autor eligiera justamente a aquellos con una mayor cultura como los más predispuestos a la rendición. Algo parecido puedo decir de la imagen final. Entiendo el simbolismo que contiene, y aun así me ha parecido surgida de la nada en busca de un efectismo que cerrara de forma impactante el círculo que empezó con la frase inicial de la novela:

“Nuestro optimismo no está justificado, no hay señales que nos animen a pensar que algo puede mejorar.”

Por último, pero en realidad lo más importante, la voz narradora, la del protagonista, con su fría sencillez de hombre poco instruido no me ha parecido lo suficientemente potente como para echarse a las espaldas todo el relato.
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