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Tostonazo es la historia en primera persona de un joven que no sabe qué quiere hacer con su vida, salvo que necesita salir de la casa familiar tanto como sus padres desean que abandone el nido. Mientras tanto, se aficiona al alcohol, más concretamente al orujo blanco, medio por el que consigue mantener una conversación etílica que lo acaba introduciendo en el excéntrico mundo cinematográfico. No os equivoquéis, no trabajará de actor. Estamos hablando de un tipo nacido en el 93, es decir, perteneciente a la generación dispuesta a aceptar unos niveles indefinidos de precariedad. Por lo que será meritorio, desempeñará esas labores que nadie verá valoradas en los créditos finales de ninguna película. No ganará lo suficiente como para independizarse, pero al menos será feliz haciéndolo y, siendo sincera, es más de lo que puede decir la mayoría. En esta primera peripecia laboral, el protagonista descubre a un tipo de personas que le acabará fascinando: la gente que hace la vida de su entorno imposible. Este es el caso de Sixto Arias Rivero, quien, en su empeño de que Corolenda (que así se refieren a la película entre los miembros del rodaje) le saliera bien a su director, se dedica a destrozarla. También es el caso de Pacomio, el familiar lejano al que debe cuidar por prescripción de sus padres, demasiado impacientes ya por que el polluelo se vaya de casa, aun a riesgo de que se estrelle en el intento. Para ello, debe abandonar su ciudad natal (Madrid) y su recién descubierta vocación para mudarse a Ávila. Tostonazo sigue la línea literaria del autor (y su tan característico sentido del humor, tan irónico y ácido) y se muestra como una feroz crítica a la sociedad actual. Si os gustó Los asquerosos, ni lo dudéis. Y si no lo habéis leído todavía, tampoco lo dudéis. |
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