Tostonazo

La última novela de Santiago Lorenzo, “Los Asquerosos”, supuso todo un fenómeno editorial con más de 200.000 ejemplares vendidos. A pesar de no haber leído nada del autor con anterioridad, ese dato fue razón suficiente para que “Tostonazo” se colocase como una de las novedades de otoño que más ganas tenía de leer. Después de leerlo y de asistir a su presentación en sociedad hace unos días, he de decir que entiendo más que de sobra el porqué del fenómeno.

“Tostonazo” es un relato costumbrista acerca de aquellos que hacen la vida posible y quienes la hacen imposible, en el que todo el mundo podrá verse reflejado en uno de los dos bandos. Todos creemos (o deseamos) pertenecer al primer grupo, pero muchos estarán (o estaremos) en el segundo, de forma consciente o no. El problema viene cuando la ignorancia, o la propia estupidez, no nos permite darnos cuenta que somos parte de él.

El protagonista de “Tostonazo”, un joven sin oficio ni beneficio, se ve metido de lleno en el rodaje de una película en el que deberá convivir con un director que no dirige y un “delegado de producción”, Sixto, nombrado a dedo y cuyo único mérito es ser hermano del productor. Sixto quiere manejar el cotarro a toda costa, convirtiéndose en el típico doctor liendre, que de nada sabe y de todo entiende. Una vez finalizado el rodaje, y ante la falta de oportunidades laborales, nuestro protagonista se trasladará a Ávila para encargarse de un familiar, Pacomio, que tratará de amargarle la existencia, pero nuevas amistades le redescubrirán la alegría de vivir y su amor por el cine.

“Tostonazo” es un espejo que nos muestra esa fascinación que sentimos por los imbeciles, por esos cretinos con comportamientos deplorables, a los que su propia estulticia les impide ser conscientes de su mediocridad. Aunque en ocasiones los personajes puedan parecer llamados al extremo, estoy convencido que todo el mundo podrá reconocer algún Sixto o Pacomio en su vida.

Dice el protagonista en un momento de la historia “Un día la hija se lo llevó a Salamanca. “No me gustó nada”, me contó. Si no le gustó Salamanca no sé qué ciudad española le iba a gustar”, y como salmantino que soy, solo por esa frase ya me ha ganado para siempre 😄.