Bajo la fría lluvia de Dublín

En esta ocasión nos encontramos con el personaje de Mónica, la cual abandonó Dublín en su adolescencia con su padre tras la marcha de su madre, después de jurarse que nunca más volvería, tras unas curiosas circunstancias bajo las que se esconde la mano de su abuela, de la que me declaro muy fan, regresa con el objetivo de permanecer allí por un corto espacio de tiempo para cubrir las deudas de su padre, con el cual ha pasado diversas penurias, pero con su llegada todo se remueve en su interior donde reaparecen duros recuerdos, situaciones que desembocan en grandes discusiones, convivencia con una familia con la que no había vuelto a tener contacto y especialmente el reencuentro con Connor, su amigo de la infancia, el cual pasó a ser su peor pesadilla sin que ella supiera que es lo que había cambiado.
Mónica ha regresado pero ya no es la niña tímida que se marchó, es un huracán que suelta por su boca todo lo que se le pasa por la cabeza, que recurre al humor como fuente de protección, es su coraza ante las situaciones que la desbordan. Por otro lado tenemos a Connor, que presenta una faceta borde, lleva la responsabilidad hasta el límite, son como el agua y el aceite pero sólo de fachada, ambos esconden mucho y poco a poco la autora nos va desgranando el motivo de por qué ambos se comportan de ese modo, nos muestra sus miedos, sus verdaderos sentimientos, qué es lo que les ha llevado a presentarse como enemigos cuando desde lo más profundo de su interior sólo ansían estar juntos. La evolución de la trama conlleva también la evolución de los personajes que van creciendo en lo personal, Mónica se reinventa, aprende a quererse y a anteponer sus necesidades a los demás, elimina ese sentimiento de culpa que la ha invadido toda su vida y lucha por lo que siente, al mismo tiempo que Connor deja fluir su personalidad a la que ha mantenido atada por esos sentimientos que no le dejaban respirar.