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Que grato es encontrarme de nuevo con una novela de un autor que ya me sorprendió en su día, pero que ahora ha vuelto a hacerlo. Volvemos a contar con una trama ambientada en Aurora, donde todo comienza con la desaparición de Judith y desde ahí, todo comienza a rodar en una especie de montaña rusa sin frenos. Mucha acción, secretos a mansalva, traiciones, emociones fuertes y una tensión que te hará querer terminar el libro y comprender por fin ese final y encontrarle sentido a cada uno de los secretos que esconden nuestros protagonistas. Aquí no se salva nadie, todo el mundo tiene algo que no quiere que salga a la luz. Una de las cosas que me sigue fascinando de Joan es esa capacidad que tiene de disfrazarme de esos personajes y narrar los hechos en primera persona, consiguiendo engañarnos y hacernos creer que todos ellos son reales. Realiza muy bien los saltos de uno a otro y convive con sus personalidades como si fuesen una sola. Es una de las cualidades que más admiro de su trabajo. Los capítulos son cortos, trepidantes y cuando has acabado uno, ya te has metido de lleno en el otro, no hay manera de parar. Si es cierto que aunque el ritmo haya ido de menos a más y que la trama era adictiva, he encontrado cosas que me veía venir casi desde el principio y por eso no me llegaron a sorprender como debieron. No me ha quitado calidad de lectura, eso por supuesto, pero no he tenido esa capacidad de asombro. Una vez todos los secretos están puestos sobre la mesa y son revelados, lo que queda es un final de infarto y con el que quedé más que satisfecho. Es decir, todo se queda bien cerrado, con todos los cabos atados y sin posibilidad de que los hechos hubiesen terminado de otra manera, así que después de pura emoción, terminas con una sensación fabulosa al cerrar el libro, pensando aún en todo lo que se ha ido leyendo. |
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