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Crítica de GemaMG


GemaMG
03 November 2020
Yo era aún una niña cuando comenzó lo que se dado en llamar "la Movida Madrileña", pero mi adolescencia que coincidió con el final de aquella década de los 80 estuvo acompañada por la banda sonora de Los Secretos, de Mama, de Nacha Pop, de Alaska y de tantos otros grupos de nacieron al calor de aquella etapa.
La ciudad donde crecí, tan cerca geográficamente a la capital pero a años luz de su movimiento "contracultural" , me hicieron ver siempre con envidia y cierto halo de romanticismo aquellas imágenes que en la televisión reflejaban la vida "alegre" que se vivía en las calles de Madrid.
Ya dice Sabina que "no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió" y creo que eso es lo que a mí me movía de esa época y lo que me llevó, cuando me vine a vivir a Madrid muchos años después a no perdonar una noche en el Penta y muchas noches de callejeo por una Malasaña mucho menos sórdida de lo que lo fue entonces.
Esa distancia temporal y espacial es sin duda la que creó, al menos en mi caso, una imagen bucólica e idealizada de lo que ocurrió entonces, y es esa imagen y esa idea romántica de la que hablaba al principio la que Enrique desmonta en cada línea de Todos estábamos vivos.
El autor desnuda la Movida ante nuestros ojos para mostrarnos una realidad cruda y oscura, en la que la entidad se desgaja en los individuos que la conforman. Esos individuos viviendo una libertad recién estrenada, una libertad que les llevaba a beberse la vida a "tragos largos", tan largos que a algunos, a demasiados, se les atragantaron y les impidieron seguir respirando.
Una libertad que mermó a toda una generación, que se llevo por delante a pobres y a ricos, a personas anónimas y a personajes conocidos, a cultos y a ignorantes... una libertad que muchos pagaron cara, que dejó plagadas las calles de jeringuillas y los portales de cuerpos destartalados de jóvenes recién estrenados que nunca dejarían de serlo.
Todo eso nos cuenta el autor en la novela, con una forma de narrar que te arrastra a los locales de ensayo, a las casas de puertas siempre abiertas, a los sueños de ser famoso, a las amistades que todo lo comparten, hasta una jeringuilla pasada solo por el agua, que te hunde en el infierno del "mono", en las consecuencias de un "mal viaje" y en la incertidumbre de aquellas escapadas a Londres que muchas jóvenes españolas no tuvieron más remedio que realizar para seguir viviendo sin ataduras esa vida que deseaban seguir exprimiendo en libertad.
Si los escenarios que nos describe en esas traseras de la Gran vía y en esas casas destartaladas son veraces y crueles no lo son menos los personajes que los ocupan. Desde los soñadores a los que ya no tienen nada que perder, desde las grandes damas del teatro a las viejas glorias que se niegan a serlo, desde los íntimos amigos forjados en el ansia de vivir hasta los amigos de siempre que no lo son tanto, todos son personajes de verdad, los que vivieron ese tiempo y los que, a pesar de haber nacido de su imaginación es más que posible que hubieran poblado aquellas calles en aquellos momentos. Nada desentona ni en los unos ni en otros, nada es incoherente ni siquiera en su interacción, en esos escenarios en que las fronteras entre “clases” estaban poco o nada definidas, en los que convivían los habitantes de Vallecas y del barrio de Salamanca. En todas y cada una de las páginas esta historia está llena de verdad, de una verdad no siempre cómoda de descubrir, pero al fin y al cabo, lo que fue es lo que es.
Esta novela ha supuesto para mí un viaje emocional extenuante por lo que para mí ha supuesto quitar el velo que llevo años manteniendo, pero os aseguro que ha sido una de las novelas que más me ha emocionado de las que este año he leído.
No es una historia bonita como no puede serlo ninguna que ahonde en las "cloacas" de la movida, es un disparo a la línea de flotación de lo que creíamos saber de lo que fue aquel movimiento, pero es una historia tan "de verdad" que al finalizarla, ese romanticismo del que hablaba al principio, se ha convertido en una tremenda tristeza.
Volver a leer a Enrique ha sido un verdadero placer, leer su prosa sin artificios, directa y sincera en lo que nos quiere contar, en lo que nos cuenta, en lo que, estoy segura contarían los que aún siguen vivos.
Os aconsejo que le deis una oportunidad a esta lectura, a los que como yo no la vivierais de primera mano para tener una idea más acertada de lo que supuso la movida más allá de aquella "revolución musical" y a los que la vivisteis porque seguro que podéis identificar muchas de las escenas y de los personajes que desfilan por estas páginas. Y a todos, en general, si queréis disfrutar de una historia tremendamente adictiva y atractiva tanto en su fondo como en su forma.
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