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Crítica de laurass89


laurass89
24 April 2020
Lo que parece que solo es nuestro
Cuando Antonia nació a su padre le tocó la lotería, por ello dice que la muchacha está tocada con la suerte; cuando Antonia nació, su madre no estaba contenta por tener un cuarto hijo, pero al verle la cara se puso alegre, por eso dice que la mujer es portadora de alegría. Sin embargo, con veintiséis años, Antonia no se siente ni alegre ni con suerte, ya que se ve sola volviendo al barrio de su infancia con su hijo Gabriel, de cuatro años.
Así comenzará para nosotros la lucha de Antonia, que no será más que la lucha de toda una vida, contra la educación y los aires de la época. de jovencita alegre y risueña, a adolescente comprometida con la política, la juventud de la muchacha se verá interrumpida por su embarazo y matrimonio con el padre de su hijo, Alberto.
Es difícil hablar de esta novela sin hacerlo de manera personal. Creo que todos hemos conocido a cada uno de los personajes que nos encontramos en ella, porque al final lo que hace nuestra autora de hoy, Elvira Lindo, magistralmente es contarnos que los tropiezos que hemos tenido los han tenido todas. de este modo, me perdonaréis el personalismo de la reseña de hoy y mis juicios sobre lo que se nos cuenta.
Antonia tuvo la mala suerte, o eso quiero creer, que existe otro tipo de suerte, de conocer a Alberto, para la época, e incluso hoy en día, el típico hombre hecho a sí mismo que en aras del progreso intelectual del país y su persona tiene una mentalidad un tanto retorcida.
Al comienzo de la novela veremos cómo es Antonia la que golpea y deteriora la relación con su comportamiento inseguro y, hasta cierto punto, cruel, de hecho al principio no compraba nada esta protagonista; sin embargo, poco a poco comenzamos a ver que ella, la mujer, ha vivido y vive a la espera de estar a la altura de ese hombre que siempre conoce y tiene la razón.
De este modo, una vez que se produce la ruptura, la novela tendrá como contrapunto los regresos de Alberto, que bajo esa fachada que mencionábamos más arriba esconde un ser que no sabe lo que quiere, o que lo quiere todo, y que necesita que constantemente le presten atención. Pero Antonia no lo ve, ve en ello la esperanza de recuperar lo que ya estaba y esa lucha contra la nada para que él vuelva junto con ella y su hijo la sumerge en una depresión que todas comprendemos.
Esa idea de arreglar lo que es nuestro, de no fracturar la familia, de qué va a hacer un niño sin padre, y de que nuestro papel es el de sufridoras nos lleva a saturarnos de un dolor que luego supura y al que es difícil ponerle remedio por la costumbre.
El saber de la inocencia
Pero, por mucho que Antonia entienda esta soledad y este regreso a casa como un fracaso, como un ir hacia atrás, no estará sola. Su hijo Gabriel será su pilar más sólido. Y no debemos entender esto en la novela como lo típico de «por lo hijos lo que se hace». No, Elvira Lindo nos enseñará la sabiduría de la infancia, basada en la ternura y lo obvio, como ya hizo en otras de sus novelas; Gabriel comprende sin verbalizar el dolor de su madre, las idas y venidas de su padre, al que censura porque hace daño a su madre, y sabe vivir feliz cuando está con su padre manteniendo la lealtad a su madre.
Este saber estar del hijo será el que nos guíe en la narración que se nos dará con saltos temporales a modo de recuerdos. El hilo principal, «mi historia y la de Gabi», se ve interrumpida por los recuerdos de una y de otro, que nos narran todo lo sucedido 13 años después. Nos narran no solo la inocencia de Gabi, sino la inocencia de unos años 80 que escondía mucho, unas condiciones laborales muy buenas, pero donde la mujer era cosificada y en donde Antonia sobrevive por pasar desapercibido (por ser mujer, gran paradoja). Una época donde nace la desconfianza y el reproche, pero a la vez la ilusión porque de la nada se pueda llegar a algo; pero sobre todo, para Antonia, la infancia de su hijo del que no sabe si fue feliz, y eso la tortura.
La lucha como algo no activo
Cuando plateé este libro a Abby, me frené un poco porque realmente no reivindica nada, sino que da testimonio, pero creo que a veces los testimonios son más valiosos por parecer más reales. Está claro que Antonia no lucha por las mujeres, sino que ella lucha por ser mujer y madre. Su viaje interior comienza por reconocerse a sí misma sus fallos, por enseñarnos que, aunque parecía que no, ella peleaba como podía contra sí misma. Y estos son los valores que debemos reconocernos en la celebración, que entendamos que no somos perfectas, que las cosas también nos pueden pasar a nosotras y que de ser así no queda sino levantarse y luchar, porque lo hemos hecho siempre y no dejaremos de hacer. Pese a quien le pese, pase lo que pase.
A esta historia tenemos que añadir una calidad literaria que, sinceramente, echaba de menos. Con cierta densidad al principio de la obra, poco a poco vamos entrando en la psique de Antonia y vamos comprendiendo todos sus comos y porqués, esto lo consigue la autora con un ritmo pausado, con el uso de la palabra exacta y, sobre todo, con la empatía que consigue que el lector sienta por sus personajes.
La historia de Antonia es la historia de tantas que no luchan, que no reivindican, pero que están ahí para enseñarnos que se nos ha educado en unos valores extraños de lealtad y preservación, pero que podemos estar rotas si nos rompen. Que el callar y aguantar ya no sirve, y que la clave es buscarnos y conocernos para poder dar un paso en firme y decir aquí y esta soy yo. Espero que os animéis con ella.

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