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Darío vive cada día con la culpa, pues fue por él por lo que su antiguo mejor amigo, Óscar, está viviendo el peor infierno en el instituto. Pero Darío tampoco puede hacer nada al respecto, porque sino su secreto también saldrá a la luz y no está dispuesto a ello. Mientras tanto, se va atormentando de todo lo que ha causado, de lo que pudo haber sido y ya no es, a la vez que se debate consigo mismo sobre su sexualidad y si está bien o no. Cada noche es atormentado por terribles pesadillas donde se enfrenta a su peor enemigo: él mismo. Pero es muy difícil aceptar lo que siente y dejar de ser quién creía que era. Esta es la segunda parte de El fuego en el que ardo, pero esta historia es desde el punto de vista de Darío. En la primera parte Darío me caía mal, bastante mal, porque lo veía como un hipócrita, un traidor y un cobarde. Pero esta historia me ha hecho cambiar de opinión y me he sentido muy identificado con él. Todo aquel que tiene un proceso traumático de aceptación de la sexualidad se va a sentir como Darío. Darío es un personaje dividido por completo, entre lo que es y lo que debería ser por esta sociedad, y también completamente roto, un barco a la deriva en un mar lleno de tormentas. Junto a él seguiremos teniendo a Fer y Óscar, aunque en menos medida, y también otros personajes importantes, como Marta o Pablo (que creo que será importante para el tercer libro). Marta es un amor de niña, de esas amigas verdaderas que nunca te va a quitar la mano. Una vez más Lightwood me ha hecho sentir como nadie. Es un autor que te rompe el corazón en mil pedazos y, además, te lo pisotea en la cara, pero luego consigue recomponerlo y llenarlo de luz. Sus historias son muy duras, mucho, pero son también preciosas, emotivas, demasiado. Además son totalmente reales, no como esas historias donde parece que la vida gay adolescente es mala un tiempo pero luego es todo felicidad y maravillas. No, esta historia refleja la gran realidad (y triste) que vivimos y hemos vivido (y por desgracia viviremos) todos nosotros. Este libro está narrado por Darío. La narración es franca y directa, con un lenguaje también coloquial en ocasiones y muy juvenil, un lenguaje que se acerca mucho a nosotros y lo sentimos como parte nuestra también. El ritmo es pausado, aunque con algún momento dramático, pero el autor consigue meterte tanto en la historia que es imposible salir. Y luego el final, un final que te deja con un gran vacío pero también con muchas esperanzas y, sobre todo, muchísimas ganas de ver cómo sigue en el siguiente libro, que la cosa promete mucho. |
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